United States or Wallis and Futuna ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sus manos eran de reina, sus pies de niña, los ojos como violetas claras mojadas de rocío..., pero tenía en su casa para abrir la puerta una hermana de dieciocho años, tísica, que daba compasión. ¡La antesala del placer parecía custodiada por el ángel de la muerte! ¿Leonor?... No la recordaba bien... ¡Ah, ! La insaciable; hembra peligrosísima.

A los ocho años de esta vida, la amiga de Gabriel murió tísica. Estaban en Italia. Luna, al verse solo, se dio cuenta por primera vez del dulce apoyo que le había prestado la compañera de su vida. Olvidó sus entusiasmos revolucionarios para llorar a Lucy, lamentándose del vacío que dejaba en su existencia.

Un amigo fiel acababa de traer el aviso. La muchachita tísica arrojó el cigarro, escapando con un temblor cerval, que aún hacía más angustiosa su tos. La beoda abrió los ojos, miró en torno y volvió á cerrarlos, murmurando: ¡Que vengan! En la comisaría se duerme lo mismo que aquí. Elena se apresuró á huir.

Pienso, Reina, que eres muy joven; que esta prueba pasará y que tienes delante de ti una larga vida. Sabed, mi cura, que no soy de carácter resignado. Si vivo, no me casaré nunca; mas no viviré: estoy tísica. ¡Escuchad! Y traté de toser de un modo cavernoso. No juegues con tu salud. A Dios gracias, estás muy bien. Bueno dije levantándome, veo que no queréis creerme.

Al entrar el ingeniero se dió cuenta de que la mujer había ido á sentarse en el fondo del establecimiento, lejos del mostrador y de las otras parroquianas. Su presencia produjo cierta emoción. La patrona le acogió con una sonrisa repugnante por su excesiva obsequiosidad. La muchachita tísica tuvo para él una mirada que creía de amor, y á Robledo le pareció de mendiga que implora una limosna.

Me ahogo... ¡No sabes lo que me acaba de pasar! ¡Es una infame, una malvada que tiene que arder en los infiernos! Siempre lo he dicho y las tontas de mis hermanas no quieren creerme. ¡Es muy perversa esa tísica! Tiene el corazón de una hiena. ¿Pero qué hay? preguntó con asombro, muerta de curiosidad, la sagaz jamona.

Y ¡quién lo dijera!, también había muerto tísica, después de un mal parto. ¡La Tiplona!

¡Qué ha de ser! ¡No hay más cera! Te rompo... si no fueses tan mandria... te inflaba el morro... por farolero. ¿Qué más da, si no es eso? dijo la niña poniendo paces . A ver el otro. ¿Na? ¿na? Natalia.... Tampoco. No acertó ninguno. Otra rueda. ¡Da señas, tísica! escupió más que dijo el dictador.

Pero un día Keller la abandonó como ella había abandonado a otros; se fue arrastrado por el marchito encanto de una contralto tísica y lánguida, que tenía el enfermizo perfume, la malsana delicadeza de una flor de estufa.

Hable usted, querido doctor; hay tanto placer como provecho en escuchar a un hombre como usted. Hace cinco años, señora, visitaba yo a la mujer de un sastre de la calle de Richelieu, una infeliz criatura abominablemente tísica. Su marido era un robusto alemán, sólido y sano como una manzana. Los dos se adoraban. En 1849 habían tenido un niño que no vivió.