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Actualizado: 18 de junio de 2025


Olvido á la Venus de otros tiempos, á la Helena del «banco de los viejos». Te deseo tal como eres actualmente, Venus dolorosa, que lloras, sufres, y necesitas un consuelo, una protección. Ella cesó de sonreir. Su boca se crispaba con un mísero gesto de gratitud; sus ojos estaban húmedos.

sufres ahora y yo sufro también. estás celosa de esa mujer, de esa doña Clara Soldevilla; yo también estoy celoso; amas á ese don Juan y ese don Juan no te ama... es necesario que ese don Juan sufra las mismas penas que nosotros sufrimos; es necesario que ese don Juan se desespere. ¡Ah! exclamó Dorotea estremeciéndose , ¡y qué terrible situación la nuestra!

Carmen había llorado sobre aquel noble corazón con un silencioso llanto contenido y acerbo, que era acaso, más que el desahogo del dolor presente, el presentimiento agudo del futuro dolor. Todo cuanto te ocurra, me lo contarás le había suplicado el joven . Si sufres, si necesitas algo, me lo dirás en seguida; prométemelo. Ella le miró fijamente a los ojos y preguntóle: ¿Lo mandó mi padrino?

Palidecí tanto, que Blanca lo notó, por más que la alcoba estaba sumida en una media sombra. ¿Qué tienes, Reina? ¿Estás enferma? Un calambre murmuré con voz débil. Voy a buscar éter dijo, levantándose diligentemente. No, no proseguí, haciendo un violento esfuerzo para recuperar mi altivez que se desvanecía. Ya ha pasado, Blanca, ya ha pasado. ¿Sufres de eso a menudo, Reinita? No... algunas veces.

No llores ¡virgen mía! si el destino de negras gasas recubrió tu suerte; no llores, que mi amor hasta la muerte luchando seguirá por tu camino. Bien comprendo la cruel melancolía que en tu alma dolorida se atesora, las penas que tu sufres cada día, y las nostalgias que tu pecho llora.

¿Y ese usted? ¿ese encogimiento...? Yo... yo soy siempre la misma: siempre contenta, siempre amándole a usted, siempre dando gracias a Dios por el bien que me ha hecho... Me parece, Amparo la dije conmovido que sufres, que no eres feliz, que estás contrariada.

Federico se arrodilló a mi lado, puesta la mano en mi hombro. Hable Vuestra Alteza en voz baja dijo Sarto al llegar con la Princesa a nuestro lado; y después un grito ahogado, que parecía expresar alegría y temor a la vez, y su voz que decía: ¡Es él! ¿Estás herido, sufres? Corrió a mi lado y con suave esfuerzo apartó mis manos, pero yo seguí con los ojos fijos en tierra.

Yo nada la pregunté, nada la dije; Amparo, con la fuerza de voluntad que Dios la ha dado, se serenó, y nada me dijo del retrato, ni de mi sorpresa involuntaria; dejé pasar algunos días, y a la primera confesión la dije: sufres, Amparo. Tengo el alma triste, me contestó. ¿Tienes triste el alma porque amas?

En verdad, la cosa es rara, ser tan grandes los hermanos y no conocerse, pero ya verás cómo no tenéis por eso disgustos. Y si los sufres, yo te querré un poquito más, para que nada pierdas. Adiós, tristón mío. No te olvida nunca tu El seguir Tirso la carrera eclesiástica, fue una de esas cosas graves que en la vida del hombre se resuelven rápidamente y con escasa intervención del interesado.

No imagines que deseo romper nuestras relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad.

Palabra del Dia

vorsado

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