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Se sienten rezos tenues y confusos, no interrumpidos por pausa alguna, como si la atmósfera interior del edificio, afectada de una vibración inherente á su esencia física, modulara un monólogo sin fin. Todo es calma y respeto.

De su voz al suave encanto de sutiles inflexiones la piedad acariciaba los heridos corazones como un trémolo de liras, como un trémolo de auroras, y el fulgor ultraterrestre que irradió en clarividencias, fulguró como la estrella que orientaba las conciencias 65 a las márgenes lustrales de las iras redentoras.

Le frotaban para secarle y sus brazos torneados, su fina tez y hermosísimo cuerpo producían a cada instante exclamaciones de admiración. «¡Es un niño Jesús... es una divinidad este muñeco!». Después empezaron a vestirle. Una le ponía las medias, otra le entraba una camisa finísima.

Declaró Margarita cómo a Cervantes había conocido cuando el entierro de su madre, y conteste estuvo con Florela. Ninguna de las dos declararon que Cervantes hubiese permanecido en la casa; y como Cervantes no había entrado en ella sino a trasmano y secretamente, conducido por Florela, ninguno de los de la casa sabía que en ella había estado aquella noche, y nada referente a él declarar pudieron.

Y la mano del bufón estrechaba ardiente y calenturienta la mano de Dorotea, y sus ojos cruzados, encendidos, extraviados, se fijaban en ella con una ansia dolorosa, y en su boca entreabierta, por la que salía una respiración ronca, asomaba ligera espuma blanca. La joven se aterró al ver el aspecto del bufón, y quiso desasirse.

Fray Miguel había estado, durante muchos años, fúnebremente tranquilo; pero el reciente alto concepto que de su patria había formado y la consideración del valer, de las hazañas y de la gloria de los hombres que habían encumbrado su patria, se contraponían ahora al menosprecio de mismo que no podía menos de seguir sintiendo, y esto levantaba en su alma una tempestad de celos y hacía retoñar y reverdecer en ella la antigua ambición de su mocedad, volviendo a ser ambicioso con más de setenta y cinco años cumplidos.

Manifieste usted desde hoy el deseo de tener en su casa esa noche á la cantante Jenny Hawkins, de Covent Garden. Sorege la conoce y si usted sabe pedirlo, servirá de intermediario para llevar á la artista. Así se hará. ¿Y después? Nada más. El resto queda de nuestra cuenta. Es indispensable que sea usted prudente y no diga ni una palabra á Sorege.

Por donde se ve que los jueces del Santo Oficio vencieron en crueldad á los gentiles de los tiempos de Neron; porque estos jamas exigian de los cristianos que mataban, su conversion al paganismo en la hora de la muerte.

Azorín ha dicho: Pepita, me marcho. Pepita se ha vuelto sobresaltada y ha exclamado: ¡Ay, Azorín! ¿Usted se marcha? Y le ha mirado fijamente con sus anchos ojos azules. Parecía que con su mirada le acariciaba y le decía mil cosas sutiles que Azorín no podría explicar aunque quisiera. Cuando oímos una música deliciosa, ¿podemos expresar lo que nos dice?

Su único amigo era un gato negro, Belzebuth, con el que andaba por todas partes llevándolo en el hombro. Así como el doctor Cornelius era la bestia negra del barco, un jettator, como dicen los italianos, o un Jonas, como dicen los ingleses, Tommy, el grumete, era la mascota.