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Actualizado: 14 de mayo de 2025


El cambio de ministerio le sorprendió cuando aún no la había terminado: no si entraron los radicales, o los conservadores, o los constitucionales; pero entraron algunos nuevos. Juan no lo supo sino tarde y con daño.

Adriana, preocupada deliciosamente por la idea de que Julio estaba en la casa y que lo vería de un momento a otro, no fijó su atención en aquella frase de Carmen. Puso todos los sentidos en sorprender, sobre la cara de Julio, cuando bajara, la impresión que le haría volverla a ver. Sorprendió una expresión de júbilo, y en seguida una contradictoria mirada de tristeza. Con él bajaba Laura.

No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado, temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo.

Cuando entramos en Bailén, ya muy avanzada la noche, nos sorprendió mucho el no ver ninguna fuerza francesa a la entrada del pueblo para disputarnos el paso. ¿Adónde habían ido los franceses? ¿Qué les pasaba, cuando ni por precaución dejaron allí un par de batallones para guardar punto tan importante?

Confieso que no me preocupé gran cosa, y después de almorzar me fui a la calle, como todos los días; pero al regresar a la hora de comer hallé la casa en un estado de agitación que me sorprendió altamente. «Van a traer el Viático a doña Raquel», me dijo el criado con tono confidencial.

Trataba de ahogar los sollozos y no podía; don Pablo Aquiles la sorprendió así, y, aunque afligido, hizo la comedia de que se enfadaba, por lo flojas que son estas mujeres, que todo lo abultan y ennegrecen. Vaya, mujer, no te pongas así; con lloriqueos no vas a remediar lo que está hecho.

Un día sorprendió a Mauricia en la carbonera fumándose un cigarrillo, cosa ciertamente fea e impropia de una mujer. La coja no se apresuró a quitarle el cigarro de la boca, como parecía natural. Sólo le dijo: «¡Qué cochina eres!

La cofradía siguió su marcha triunfal, dejando rezagados en todas las tabernas y caídos en todas las calles. El sol, al salir, la sorprendió muy lejos de la parroquia, en el extremo opuesto de Sevilla, haciendo centellear con sus primeros rayos la armadura de joyas de la imagen y alumbrando los rostros lívidos de la escolta popular y de los «nazarenos», que se habían despojado del antifaz.

Y en la memoria de Vázquez fueron precisándose una serie de pequeños detalles, que bien pudieran considerarse síntomas de la simpatía de Coca... El agrado con que siempre le recibiera, el rubor que solía enrojecerle las mejillas cuando le hablaba, las cariñosas miradas que más de una vez sorprendió en sus ojos claros y límpidos... ¡El obstáculo era ese maldito capitán Pérez!

D. César replicó el capitán sonriendo tenía que vengar con esta aparente injuria otra nada aparente que vuestra merced me hizo hace diez años, cuando me sorprendió en este mismo sitio en dulces coloquios con mi señora doña Eulalia, que aún no había cumplido quince años. Yo era entonces un rapazuelo de dieciséis, y vuesa merced me arrojó de aquí a empellones nada paternales.

Palabra del Dia

bagani

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