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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Escuchábase un rumor confuso como el de las olas del mar a cierta distancia, sobre el cual saltaba el agudo son de la gaita, y el repiqueteo sordo y monótono del tambor. Algunas tiendas de campaña, donde, sobre mesas portátiles de tabla, yacían los hinchados odres, como víctimas preparadas al sacrificio, estaban rodeadas por numerosos grupos de hombres.

Apenas salió, cuando Sancho dijo al ganadero, que ya se le saltaban las lágrimas, y los ojos y el corazón se iban tras su bolsa: -Buen hombre, id tras aquella mujer y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella. Y no lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un rayo y fue a lo que se le mandaba.

Habla, hija mía, es preciso saber la verdad dijo la de Leiva . Tal vez tu culpa no sea tan grande como parece. ¿Saliste de buen grado? La presencia de doña María se conocía por su respiración que era como un sordo mugido. Luego oímos distintamente estas palabras que parecían salir de la cavernosa garganta de una leona: ... de grado... de grado.

Entonces se vio al marquesito soltar la pistola, llevarse ambas manos al pecho, sonreír de un modo doloroso y dando media vuelta desplomarse de bruces sobre la tierra con un ruido sordo que heló la sangre de los circunstantes. Los dos médicos se precipitaron a su socorro. Desgraciadamente se cercioraron en seguida de que estaba muerto.

Entonces, con sorpresa de todos, vieron que el barón de Morel no sólo no había huido sino que se dirigía en derechura al oso con tranquilo paso, llevando en la mano el rojo pañuelo de seda que en ella tenía cuando hablaba con Simón y sus amigos. El oso llegó hasta él, dió un sordo gruñido, y alzándose sobre las patas traseras, levantó la poderosa zarpa.

Pero el viejo patrón, ó no oyó las advertencias, ó se hizo sordo á ellas, que es lo más probable, por disfrutar algunos instantes más de la presencia de sus compañeros. ¡Que suelte! le volvieron á repetir más alto. Y nada: el viejo, clavado como una estatua á la orilla del mar, no soltó el cabo.

Ya todos se aprestaban A comenzar la pugna, Asiendo de las garras Con fuerza de titan: Los piés en los estribos Apoyan con pujanza, Y esperan afanosos Del gefe la señal. Las madres, las esposas Contemplan aquel grupo Pendientes del latido Del brazo muscular; Mas derrepente vése Que las manijas sueltan, Y se oye entre el corrillo Sordo rumor vagar.

Si el sordo que no tiene idea de los sonidos, el ciego que no sabe lo que son colores, procederian muy mal negando la posibilidad de las sensaciones de que ellos carecen; no discurriríamos con mas acierto nosotros afirmando que no es posible un órden de sensaciones diferente del que tenemos.

Y aquella mañana, al bajar del tren, entre los apretones de la muchedumbre, el diputado, sordo a la Marcha Real y a los vivas, se levantaba sobre las puntas de los pies, buscando ver a lo lejos, entre las banderas, la casa azul con sus masas de naranjos. Al llegar a ella por la tarde la emoción erizaba su epidermis y oprimía su estómago.

La calle le parecía tan grande, que no conocía distancia alguna á que referirla, pues para ella las casas hacían horizonte, y aquella gente que venía se le representaba como un mar agitado sordamente, y avanzando, avanzando como si quisiera tragarla. Sin deliberar volvió atrás y bajó hacia el Prado. El gentío bajaba también: sordo rumor resonaba en la calle.

Palabra del Dia

vengado

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