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Actualizado: 4 de septiembre de 2025


Cayeron sobre él, rodeándolo, con las podaderas y las hoces en alto, mientras los otros espectadores huían, refugiándose en el teatro. ¡Ya tenían, por fin, lo que buscaban! Era el burgués, el burgués ahíto, al que había que sangrar, para que devolviese al pueblo toda la substancia que había sorbido... Pero el burgués, un joven robusto, de mirada tranquila y franca, les contuvo con un gesto.

Iba faltando la claridad del día: muros, banquetas, espejos, baquetones dorados, todo se borraba, sorbido por las sombras, percibiéndose sólo, entre la oscuridad creciente, las superficies brillantes y rectangulares del mármol de las mesas. El matutero y el ultramarino se despidieron amistosamente, tal vez pensando cada cual haber engañado al otro.

Según su corazón, que estaba sorbido y dominado por la gratitud, todo aquello y más debía a Susana, que la libró de ser arrojada del convento, la trató como hermana, y finalmente, la unió al hombre de quien estaba enamorada. ¿Qué hubiera sido de ella sin Susana? ¿Hasta dónde hubiera rodado impulsada por vientos de desgracia?

Y en uno de estos choques caería con las alas rotas para siempre, y el mar de la vida tragaría su cuerpo con la misma indiferencia que había sorbido antes á las numerosas víctimas de ella. Contempló Robledo después á sus amigos y se vió á mismo en una forma igualmente animal.

Compónganselas ustedes como quieran; pero en cuantito que digan a alguien, sea quien fuere, mi paradero, vengo y le cuento a la tía de pe a pa todas sus trapisondas de usted; lo de Mariquilla, que si no fue... no quedó por usted, y lo de esta mala pécora de ahora, que le tiene a usted sorbido el seso. ¡Chiquilla! Yo hago de mi capa... Usted no hace más que tonterías.

De todos modos, tal vestimenta se avenía mal con la pobreza de la esposa de Luquitas. «¿No ha venido anoche tu marido? le dijo Benina, sofocada de la penosa ascensión. No, hija, ni falta que me hace. Déjale en su café, y en sus casas de perdición, con las socias que le han sorbido el seso. ¿No te han traído nada de casa de tus suegros? Hoy no toca. Ya sabes que lo dejaron en un día y otro no.

Es cosa vista... salvo siempre, y por supuesto, los altos designios de Dios. Me lo has oído muchas veces; y no podrás negarme que durante tu niñez, a falta del aire libre de mi tierra, te has sorbido la mitad del que corre a caño suelto en los paseos más desahogados de Sevilla.

Ya está sorbido el carel... ¡Hola, hola! garranchitos a por la proa, ¿eh? Toma ese hachazo por el medio... y ese par de rociones para duchas... ¡Carape con la recalcada!... Una tabla... Esto ya es andar... y embarcar agua también... Pues otro poquito más de caña ahora... para probar... ¡nada más que para probar!... Ya está la segunda. Vaya usted contando, Nieves: dos tablas...

Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto.

Palabra del Dia

passaro

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