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Actualizado: 17 de junio de 2025


Somoza mantuvo su opinión con energía heroica. «Cierto que podía durar algunos días más de los que él había anunciado, el señor Guimarán; pero la ciencia no podía menos de declarar que la muerte era inminente. Podía durar, , el enfermo, mil y mil veces , pero ¿debido a qué? Indudablemente a la influencia moral de los Sacramentos.

«Don Santos Barinaga, el rival mercantil de La Cruz Roja, la víctima del monopolio ilegal y escandaloso de doña Paula y su hijo; el pobre don Santos, se moría sin remedio, según don Robustiano Somoza, el médico de la aristocracia cuyas ideas no eran sospechosas». ¿Y de qué dirán ustedes que se muere? preguntaba Foja en un corrillo, delante de la catedral, al salir de misa de doce.

Ana escribió primero a su médico, que era en la actualidad el antiguo sustituto de Somoza.

Digo eso, porque ya está más allá que acá. También don Pompeyo se ha portado con mucha energía, según dicen.... También... Pero estando sano es más fácil. Y como no va con él la cosa.... Morirá esta noche. El médico no ha vuelto. Somoza aseguraba que moriría esta tarde. Pues por eso no ha vuelto, porque se ha equivocado.... El cura dice que durará hasta mañana. Y muere de hambre.

Aquél era el verdadero amigo, el padre, la madre, todo». La Marquesa estuvo poco tiempo junto a su amiga enferma; le tocó la frente y dijo que no era nada, que tenía razón Somoza, la primavera médica... y habló de zarzaparrilla y se despidió pronto.

Abrazó al Magistral y le suplicó fervorosamente que fuese a las Salesas a ver cómo estaba su hija; él no tenía valor para ir en persona. Don Fermín prometió ir aquel mismo día. Somoza volvió a describir la falta de condiciones higiénicas del convento. Pero ¿qué quieres que haga, primo mío? Hijo, yo nada; yo no quiero nada, porque cómo sois.

Que llamasen a Somoza». Somoza dijo que aquello no era nada. Ocho días después propuso a la señora de Guimarán el arduo problema de lo que allí se llamaba «la preparación del enfermo». «Había que prepararle», ¿a qué? «A bien morir». De las cuatro hijas de don Pompeyo dos se desmayaron en compañía de su madre al oír la noticia.

No prosigas, Agapita querida dijo el enfermo con voz meliflua, débil, mimosa . Ya lo que pides. Que confiese. Está bien, hija mía. ¿Cómo ha de ser? Hace días que esperaba este momento. El señor de Somoza es tan angelical que no quería darme un susto; pero yo conocía que esto iba mal. He pensado mucho en vosotras, en la necesidad de complaceros.

Está usted desmejorado le decía Somoza. Cuidado repetía Visitación. Y él mismo notaba que su rostro perdía la lozana apariencia que había recobrado en aquellos meses de buena vida, de ejercicio y abstinencia que él, prudentemente, había observado antes de dar el ataque decisivo a la fortaleza de la Regenta.

Pero nos quiere mucho advirtió Carraspique. Pero es un loco... haciéndole favor. El Magistral, con buenas palabras, vino a decir lo mismo. «No había que hacer caso de Somoza; era un sectario.

Palabra del Dia

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