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Actualizado: 17 de junio de 2025
Somoza volvió a las ocho de la noche; a pesar de la primavera médica, no estaba tranquilo; miró la lengua a la enferma, le tomó el pulso, le mandó aplicar al sobaco un termómetro que sacó él del bolsillo, y contó los grados.
Somoza llegó a las ocho. ¿Qué es? ¿qué tiene? ¿hay gravedad? Don Víctor con las manos cruzadas, apretadas, convulso, preguntaba estas cosas delante de la enferma, que aunque aletargada, oía. El médico no contestó. Recetó y salió al gabinete. ¿Qué hay? ¿qué hay? repetía allí Quintanar con voz trémula y muy bajo ... ¿Qué hay? Don Robustiano le miró con desprecio, con odio y con indignación...
El Magistral miraba al médico con gran curiosidad y algo de asombro. «¿Cómo aquel hombre de tan escasas luces discurría así en tal materia? ¿Sabía Somoza que era él y nadie más el cura oculto, el jefe espiritual de aquella casa? Si lo sabía ¿cómo le hablaba así? ¿También los tontos tenían el arte de disimular?». Entró Carraspique en el salón. Traía los ojos húmedos de recientes lágrimas.
Rosa Carraspique en el mundo, sor Teresa en el convento, murió de una tuberculosis, según Somoza, de una tisis caseosa, según el médico de las monjas, que era dualista en materia de tisis. Pero lo que no dudó ningún enemigo del Provisor fue que la culpa de aquella muerte la tenía don Fermín, fuese lo que quiera de los pulmones de la chica.
Don Robustiano Somoza, que ante todo era higienista público, gritaba en todas partes: ¡Pues es claro! Pues si es lo que yo vengo diciendo hace un siglo; pero aquí no se puede luchar con las preocupaciones, con el fanatismo.
¿Cómo bromas? gritó el médico . A fe de Somoza, que sin don Víctor ataca a mi primo Carraspique en broma, yo empuño la espada, le ataco en serio y las cañas se vuelven lanzas. Señores, aquella niña se pudre.... Se acabó la discusión, sin causa, o por causa de los vapores del vino, mejor dicho.
Frígilis miró a Pepe como si no le conociera; y como hablando consigo mismo dijo: La vejiga llena.... La peritonitis de... no sé quién.... Eso dicen ellos. ¿La qué, señor? Nada... ¡que se muere de fijo! Y Frígilis entró en un gabinete, que estaba a obscuras para llorar a solas. Poco después Pepe vio salir al coronel Fulgosio y detrás a Somoza el médico.
Somoza solía aprobar moviendo la cabeza y diciendo: ¡Mucho! ¡mucho! ¡oh, sí, la ciencia! ¡mucho!... ¡la transfusión!... ¡claro! Tenía cierto miedo a los conocimientos médicos de don Álvaro.
Poco a poco gritó Ripamilán en eso estoy yo conforme con la ciencia y con el señor Somoza su legítimo representante. No sé si un clavo saca otro clavo en medicina, ni si la mancha de la borrachera con otra verde se quita, pero don Santos es un tonel en persona y tiene más espíritu de vino en el cuerpo que sangre en las venas; es una mecha empapada en alcohol... prenda usted fuego y verá...
Palabra del Dia
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