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Actualizado: 16 de mayo de 2025
¡Que se me pierde, que se me mata! exclamó gimiendo Sofía . Nela, Nela, si me lo sacas, te doy un perro grande; sácalo... ve con cuidado.... Agárrate bien.
En cuanto entré en la sala vi, en primera fila, a Luciana con su madre, y su vista me hizo daño a pesar de la sonrisa afectuosa que me dirigió... ¡Pobre muchacha! No lejos de ella estaba Sofía Jansien gesticulando y agitando un alto penacho multicolor. ¡De qué buena gana los hubiera puesto en la puerta, a ella y su penacho!
Melisa no rió ante las sosas mamarrachadas del gracioso, pues Melisa raras veces se reía; ni tampoco se afectó discretamente, hasta acudir al extremo de hacer uso de su pañuelo blanco, como Sofía, la del tierno corazón, que estaba hablando con su pareja y al mismo tiempo mirando de soslayo al maestro, para enjugar alguna lágrima.
La señorita de Lamartine y Sofía estuvieron presentes y yo escondida en un gabinete junto a la alcoba, llena de dolor y resignación. Muchas veces había pensado en este terrible momento, que creía no poder soportar; pero me encontró completamente transformada después que el sacerdote cumplió su divina misión.
Sofía, mi consuelo, mi sociedad única, mi hija querida, marcha este invierno a Mende. ¡Triste de mí!... Mi pobre marido está cada día más delicado, puesto que su dolorosa enfermedad va progresando; yo me consagro completamente a él, procurando hacerle olvidar el tiempo, como quisiera olvidarlo yo también, hasta que vuelva mi hijo de Italia.
»La Iglesia y el Islam se miran frente á frente como el leon y el tigre despues de la primera embestida: dos barreras que antes los separaban ceden ya al poder de Allah clemente y misericordioso: en las montañas de Afranc deja el tigre cauteloso la presa por la vuelta : en la ciudad de Constantino devoran las hogueras los monasterios, los monges y los ídolos, y á los golpes del martillo Isáurico se va desmoronando Santa Sofía .
Por las noches, cuando todo callaba en el industrioso Socartes, quedando sólo en actividad los bullidores hornos, el buen doctor que era muy entusiasta músico, se deleitaba oyendo tocar el piano a su cuñada Sofía, esposa de Carlos Golfín y madre de varios chiquillos que se habían muerto. Los dos hermanos se profesaban el más vivo cariño.
Yo había sido una especie de Colón, el Colón del trabajo; y una especie de Hernán Cortés; yo había descubierto en mí un Nuevo Mundo, y después de descubrirlo, lo había conquistado. Alábate, pandero dijo Sofía riendo. Si hay héroes en el mundo, tú eres uno de ellos afirmó Carlos, demostrando gran admiración por su hermano.
No sé para qué están ahí los asilos de beneficencia dijo agriamente Sofía . Lee la estadística, Teodoro, léela, y verás el número de desdichados.... Lee la estadística.... Yo no leo la estadística, querida hermana, ni me hace falta para nada tu estadística. Buenos son los asilos; pero no, no bastan para resolver el gran problema que ofrece la orfandad.
El Marqués tenía a sus dos lados a la de Grevillois y a Sofía Jansien, y, mientras nos sentábamos, le oí decir: En 1590, una señorita La Fertè-Jonchère se casó con un caballero de Grevaulx-Loys, de donde debe de haber salido, después de varias alteraciones de lenguaje, la familia de usted: Grevaulx-Loys... Greville-Loys... Grevillois... ¿Comprende usted?
Palabra del Dia
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