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Actualizado: 28 de junio de 2025


Imaginó, por último, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al pastorcillo embustero de la fábula, que gritaba: «¡Al lobo! ¡Al lobocuando el lobo no venía, y que una vez que el lobo vino, no le valió gritar «¡Al loboporque los que podían socorrerle no dieron crédito a sus gritos. Elisa calculó que el Conde no acudía al reclamo, temeroso de nueva burla.

Otra vez se ordenó inviar un soldado que tuviese el primer moro que le llegase á tomar, hasta que llegasen soldados á socorrerle, porque en este tiempo no había caballos. Este soldado salió y lo había hecho tan bien, que dos turcos que llegaron á él juntos los detuvo asidos entrambos un gran rato, y fueron tan de poco los que habían de socorrerle, que no salieron y lo dejaron matar de los turcos.

Que transcurrida bien una hora, se abrió otra vez el postigo y salió un hombre, en quien el declarante conoció, á pesar de lo obscuro de la noche, por el andar, á su señor don Rodrigo Calderón; que apenas don Rodrigo había andado algunos pasos cuando fué acometido, y que queriendo ir el declarante á socorrerle, como era de su obligación, se encontró con el otro hombre, que le esperaba daga y espada en mano, y en quien á poco tiempo conoció á don Francisco de Quevedo.

Por parte de Diego Velázquez se me ha representado que ha más de dos años que sirve en las obras de Palacio, sin que en este tiempo se le haya pagado nada del salario que le he mandado señalar, y porque mi voluntad es que haya puntualidad en socorrerle con lo que hubiese de haber, os encargo le hagáis dar satisfacción pronta de lo que constare debérsele, y que dispongáis que en la paga de lo de adelante, se le guarde el lugar y antelación que le toca.

Se iba ya acercando el ejército á las inmediaciones de la villa de Puno, y para tener noticias positivas de su situacion, determinó el Comandante General despachar un propio á D. Joaquin Antonio de Orellana, que mandaba en ella, y entre otras prevenciones, le decia, iba á toda diligencia á socorrerle con fuerzas poderosas, y que le adelantase las noticias del estado en que se hallaba el pueblo de Juliaca.

El tunante de tu hermanito se ha escapado de Medina y anda por ahí con otros perdidos. ¡Si pone los pies en esta casa cuenta conmigo! Soledad prometió no recibirle si lo intentaba. Pero esto era fácil de prometer y no de cumplir. Un día, hallándose sola en la tienda, se presentó de improviso Miguel, escuálido, andrajoso, muerto de hambre. ¿Qué iba á hacer la pobre sino socorrerle?

A todo esto no respondió don Quijote otra palabra si no fue dar un profundo suspiro, y luego se tendió en su lecho, agradeciendo a los duques la merced, no porque él tenía temor de aquella canalla gatesca, encantadora y cencerruna, sino porque había conocido la buena intención con que habían venido a socorrerle.

Durmió media hora, y, durante ella, soñó mil disparates: ahora se encontraba en un inmenso palacio deshabitado, donde cierta sombra, que vio cruzar, le causó un terror extraño, que jamás había sentido: ahora se iba a batir dentro de una iglesia con un hombre que no conocía, y que resultaba ser D. Valentín, el tío de Maximina, el cual, sin saber cómo, se convertía en gato y se arrojaba sobre él, clavándole las uñas al cuello: después se vio en medio del mar, flotando como una boya, a merced de las olas, sin esperanza de que nadie viniese a socorrerle.

Mi pobre abuelo se cayó desfallecido de hambre, en el barranco de ese puente, y voy al pueblo a pedir auxilio a la guardia civil o a la primera persona caritativa que encuentre. ¿Pero no podemos nosotros socorrerle? contestó Juanito. Mira, la primera casa del pueblo es la mía y allí yo te aseguro que no le faltará nada a tu abuelito.

Los indios del país se dolían grandemente de que por haber los enemigos asolado la tierra, no tenían con qué socorrerle y reparar su flaqueza; pero hallando por gran ventura una gallina, se la ofrecieron, mas el santo Padre rehusó aquel alivio y quiso resueltamente se guisase para dar de comer á un neófito que junto á él yacía enfermo.

Palabra del Dia

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