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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Tenia delante y en derredor todas las hermosuras de una naturaleza severa, salvaje, grandilocuente por sus rumores y su aspecto, deslumbradora y preñada de infinita poesía; y á mi lado, soñando despierta como y o, la mujer adorada, la compañera y el ángel guardián de mi vida....

Ellos han de saber lo mal que estamos por acá, y nosotros soñando vemos lo bien que por allá lo pasan... No si me explico... digo que no hay justicia, y para que la haiga, soñaremos todo lo que nos la gana, y soñando, un suponer, traeremos acá la justicia».

Al regresar y acercarse a la entrada de los Pazos, un remolino de hojas secas le envolvió los pies, una atmósfera fría le sobrecogió, y la gran huronera de piedra se le presentó imponente, ceñuda y terrible, con aspecto de prisión, como el castillo que había visto soñando. El edificio, bajo su toldo de negras nubes, con el ruido temeroso del cierzo que lo fustigaba, era amenazador y siniestro.

¿Conocerasle , Florela? dijo doña Guiomar con la voz un tanto cuanto sonando a celos. Cien años pasaran, y entre mil le viera, y conociérale, respondió Florela. ¿Pues cómo le has visto , o cómo te ha mirado él, exclamó, ya con la voz y la mirada enemigas, doña Guiomar, que así, no habiéndole visto más que por breves momentos, no puede despintársete?

Sentada en un sillón de brazos, había levantado la cabeza al sonar el pestillo y la puerta que se abría, había visto que la volvía á cerrar quien había entrado, había reconocido al punto al Comendador, y aun casi inmóvil, silenciosa, le miraba de hito en hito, sospechaba si estaría soñando, y apenas si se atrevía á dar crédito á sus ojos. El Comendador se adelantó lentamente dos ó tres pasos.

Era el trueno, que estallaba a lo lejos, solemne y terrible. Lucía exhaló un gemido de pavor, cayendo con la faz contra la hierba. Desgarráronse las nubes, y anchas gotas de agua cayeron, sonando como goterones de plomo líquido en la crujiente seda de las frondas de mimbre.

La suplicante se había arrastrado aún de rodillas hasta su lado. Ya me hago cargo de que se necesita tiempo para pensarlo. Aguardaré aquí toda la noche; pero no puedo marcharme sin que haya usted resuelto. No me lo niegue ahora. ¿Se lo llevará? lo veo en su hermosa cara, cara semejante a la que he visto algunas noches, soñando. Lo veo en sus ojos, doña María. Va a llevarse a mi hijo.

Ángel llevaba siempre consigo y sobre el corazón un retrato de estos; y en contemplarle en la soledad de su cuarto se le iban las horas muertas: de modo que, con las que invertía en conversar con el original, casi se le pasaba el día sin separarse de Luz... y la noche también, porque en cuanto se dormía el bendito de Dios, ya estaba soñando con ella.

El lujoso faetón les espera, y se dirigen a Palermo, soñando que al siguiente día andarán con el oro a paletadas. La cara que ellos llevan, iluminada por la esperanza que la inconsciencia de la edad alimenta, no la muestran todos los que en la Bolsa han entrado.

Cerró los ojos: no quería ver. Pensó por un momento que estaba soñando. Era inverosímil que tales horrores hubiesen podido desarrollarse en poco más de una hora. Creyó á la maldad humana impotente para cambiar en tan corto espacio el aspecto de un pueblo. Una brusca detención del carruaje le hizo mirar. Esta vez los cadáveres estaban en medio de la calle: eran dos hombres y una mujer.

Palabra del Dia

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