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Actualizado: 18 de junio de 2025
Creyó Batiste oir gritos ahogados de mujer, choque de muebles, algo que le hizo adivinar una lucha de la pobre Pepeta deteniendo á Pimentó, el cual quería salir para dar respuesta á sus insultos. Después no oyó nada, y sus improperios siguieron sonando en un silencio desesperante. Esto le enfurecía más aún que si el enemigo se hubiera presentado.
No debían hacer fuego hasta que él diese la voz. Don Marcelo presenció tales preparativos con la inmovilidad de la sorpresa. Había sido tan rápida é inaudita la aparición de los rezagados, que aún se imaginaba estar soñando. No podía haber peligro en esta situación irreal: todo era mentira.
Ellos eran miles de cascos brillando al sol; miles de gruesas botas levantándose con mecánica rigidez todas á un tiempo; las trompetas cortas, los pífanos, los tamborcillos planos, conmoviendo el augusto silencio de la piedra; la marcha guerrera de Lohengrin sonando en las avenidas desiertas ante las casas cerradas.
Recibió una impresión de esta naturaleza, de la manera más notable, al pasar junto á la iglesia que estaba á su cargo. El edificio se le presentó con un aspecto á la vez tan extraño y tan familiar, que el Sr. Dimmesdale estuvo vacilando entre estas dos ideas: ó que hasta entonces lo había visto solamente en un sueño, ó que ahora estaba simplemente soñando.
Yo estoy soñando con que Periquito hable y diga gracias. Para que todo les salga bien a estos enamorados esposos, resulta ahora, según cartas de la Habana, que el hermano de Pepita, cuyas tunanterías recelábamos que afrentasen a la familia, casi o sin casi va a honrarla y a encumbrarla haciéndose personaje.
Leandra, la hija, está soñando siempre con libertarse de las miserias de su casa, con no someterse al trabajo y con hallar quien la mantenga, ora lo cohonesten o no las leyes civiles y religiosas.
Yolanda, hija mía exclamo; ¿por qué me mira así? ¿qué le he hecho? Ella se estremece, se pasa, como si hubiera estado soñando, la mano por la frente y por las mejillas, y se esfuerza por reír, con la misma risa breve, entrecortada, de un momento antes, y en seguida estalla en sollozos y llora, llora a lágrima viva.
«Dicen seguía escribiendo el defensor que me saludó por última vez con una de sus manos antes de que la inmovilizasen las ligaduras... Yo no vi nada. ¡No podía ver!... ¡Era demasiado para mí!...» El resto de la ejecución lo conocía de oídas. Continuaron sonando trompetas y tambores. Freya, atada é intensamente pálida, sonrió como si estuviese ebria.
Y como Mauricio no se calmaba, el buen Fortunato le llevó á su casa, le instaló en una habitación próxima á la suya, y por la noche, al oirle suspirar, se levantó para ver si estaba enfermo. El niño, dormido, lloraba en la cama, soñando sin duda con su padre. Gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas y mojaban la almohada.
Se despidieron con el laconismo del día anterior; pero aquella noche la muchacha se revolvió en la cama, inquieta, nerviosa, soñando mil disparates, viéndose en un camino negro, muy negro, acompañada por un perro enorme que le lamía las manos y tenía la misma cara que Tonet.
Palabra del Dia
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