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Actualizado: 7 de julio de 2025


Huberto miró varias veces hacia atrás, como atraído por el fluido de las miradas de María Teresa; después, su silueta se desvaneció, lejana, entre el polvo del camino y los últimos reflejos de una aglomeración de nubes blancas. Cuando el joven hubo desaparecido, María Teresa cerró los ojos un instante. No lo veía ya, pero conservaba su imagen.

Después de almorzar, bastante después, cerca ya de las cuatro de la tarde, apareció a lo lejos la silueta elegantísima del primogénito del Sr. Corneta. Se acercó sonriente, benigno, y todos pudieron admirar sus botas de gamuza, el pantalón de punto con botoncitos de nácar a los lados y la preciosa americana de franela que ceñía su talle.

Retirado el puente, todo quedó tranquilo. El reloj dio la una y cuarto, y yo me desperecé, bostezando. Habían transcurrido diez minutos, cuando un ligero ruido a mi derecha. Miré por encima del tubo y vi una sombra, la vaga silueta de un hombre, en la puerta que daba al puente. Reconocí la gallarda apostura de Ruperto. Tenía una espada en la mano y permaneció inmóvil algunos momentos.

La calle, la plaza, el inmediato callejón de los gitanos, todo estaba en silencio, cubierto de nieve, sin la negra silueta de una persona. Siguió gritando, con la angustia del miedo, y por fin, de la primera casucha vio surgir una cara bronceada llena de arrugas, con ojos de curiosidad. ¡Salguerillo... Salguero! ¡Por tus muertos te lo pido! Avisa a la Teodora... que venga. Mi mujer se muere.

La tosca y fea silueta y los groseros detalles que distinguen las construcciones del minero californiano, y además su poco pintoresco emplazamiento, todo se reunía allí a la tristeza de la ruina.

No querían mostrarse en esta zona del puerto obstruída por montones de fardos, temiendo que se ocultase. Le esperaban cerca de su buque, en un espacio descubierto por el que forzosamente debía pasar. «¡Adelante volvió á repetirse . Si he de morir, que sea á la vista del Mare nostrumEl vapor estaba cerca. Reconoció su negra silueta pegada al muelle.

Todo aun eran imágenes que rápidamente pasaban y volvían a pasar en su cavilación: así la silueta de Adriana huyendo con el pañuelo sobre los ojos, inútilmente llamada por los alarmados gritos de Zoraida, o la cara consternada de Carmen cuando les refirió lo sucedido con la lectura del diario.

Volví a ocupar mi puesto, sin intervenir en la tal receta, y me divertí en observar a la señorita Sarcicourt, como si no la hubiera visto nunca. Unos sesenta años. Alta, flaca, después de haber sido delgada, la señorita Sarcicourt carece de proporciones en lo alto de su larga silueta. Tiene una cabeza de pájaro en un cuello de jirafa.

Durante la comida sufrió iguales inquietudes, creyendo que aparecería Freya cada vez que una mano borrosa y una vaga silueta de mujer empujaban la puerta al otro lado de los opacos vidrios.

Sin poder apartar sus ojos de esa vaga silueta, el inspector general se dejó dulcemente deslizar hacia las mayores profundidades del recuerdo, y escuchando los nocturnos rumores de los campos y de los bosques fue perdiendo poco a poco la noción de los días y de los años...

Palabra del Dia

malignas

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