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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Hay que ganarse la vida.... Además, ¿por qué no decirlo? desde que murió Alberto gusto de entrar en la taberna más que antes. Cada uno mata su pena como puede. Estoy en los setenta, y á esa edad, cuando hay que levantarse antes del alba para ir á los Mercados centrales á comprar el género, un vasito de vez en cuando es la mejor de las medicinas. ¿No lo cree usted así, señor comisario?...
Tenía ya setenta y cinco años cumplidos, y, para todos sus semejantes, no pasaba de ser una de las innumerables unidades que forman la gran suma del linaje humano. En el convento se sabía poco y a nadie le importaba saber de la vida pasada de Fray Miguel antes de que fuera fraile.
11 Y fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió. 12 Y vivió Cainán setenta años, y engendró a Mahalaleel. 13 Y vivió Cainán, después que engendró a Mahalaleel, ochocientos cuarenta años; y engendró hijos e hijas. 14 Y fueron todos los días de Cainán novecientos diez años; y murió. 15 Y vivió Mahalaleel sesenta y cinco años, y engendró a Jared.
Algo había en él de ridículo, pero estaba tan hondo y bien disimulado, que era menester penetrar mucho para que se descubriese. Tenía él cerca de setenta años, pero no estaba ni muy grueso ni muy flaco, era ágil y esbelto, no se pintaba la cara ni se teñía la barba ni el pelo, cuya limpia blancura despedía resplandor argentino.
Y todo esto era porque hacía mil ochocientos setenta y tantos años había nacido en el portal de Belén el Niño Jesús.... ¿Qué le importaba al órgano? Y sin embargo, parecía que se volvía loco de alegría... que perdía la cabeza y echaba por aquellos tubos cónicos, por aquellas trompetas y cañones, chorros de notas que parecían lucecillas para alumbrar las almas. El templo estaba obscuro.
12 Y será que, cuando fueren cumplidos los setenta años, visitaré sobre el rey de Babilonia y sobre aquella gente su maldad, dijo el SE
El segundón lanza su grito en medio del campo, como un gigante antiguo, desnudo y vencedor. A sus pies, con la cabeza abierta, muerden la yerba Sebastián de Xogas y Pedro Abuin. Los otros segundones casi sucumben bajo la acometida de todos los chalanes unidos. ¡Siete contra tres!... ¡Miserables! ¡Como si fuesen setenta! ¡Yo para uno solo! El mozo, siempre blandiendo su pica, va sobre Don Mauro.
Oye, maridito mío: tú que eres tan bueno, ¿por qué no das un paseo al bebé en su cochecito? El último que ha nacido, ¿sabes? el que lleva el número setenta y dos. Ya ves, alma mía, que, sola como estoy, no puedo llegar á cuidarlos á todos. Y el trabajador infatigable, procreador de un mundo entero, debía poner la mesa, lavar los platos y pasear al recién nacido en un cochecito de su invención.
Por el mismo lado desemboca tres ó cuatro leguas mas abajo el rio Yacuma, tambien navegable como los anteriores, y cuyo profundo álveo tiene como de setenta á ochenta varas de ancho; sus márgenes, guarnecidas de matorrales, no contrastan notablemente con las llanuras circunvecinas, que se hallan cuasi desnudas de boscage: tres cuartos de legua mas adelante, se llega á la confluencia del rio Rapulo, el que no por ser mas angosto deja de ofrecer las mismas facilidades para la navegacion, pues en tiempo de los Jesuitas se subia por él hasta la mision de San-Borja.
3 Y le cumplieron cuarenta días, porque así cumplían los días de los embalsamados, y lo lloraron los egipcios setenta días. 4 Y pasados los días de su luto, habló José a los de la casa del Faraón, diciendo: Si he hallado ahora gracia en vuestros ojos, os ruego que habléis en oídos del Faraón, diciendo:
Palabra del Dia
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