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Actualizado: 29 de octubre de 2025


muy bien que en ambas ciencias hay Profesores de erudicion exquisita, y de atinado juicio. Pero como salen á luz tantos tratados de Teología sin añadir novedad ninguna unos á otros, tantos Autores de Poliánteas, de Sermones, de Miscelaneas, he sospechado que tal vez se hallarán algunos que no habrán tratado estos asuntos con la perfeccion necesaria.

Por un regular estipendio, Bailón les ayudaba en los oficios, echando unos sermones agridulces, estrafalarios y fastidiosos.

Y sus compañeros, los padres graves del convento, al ver su leve y triste y siempre dulce sonrisa, su palabra siempre tímida y escasa, y lo dulce de sus sermones, y la paciencia con que asistía un día y otro al confesonario, habían acabado por creerle pobre de espíritu, le trataban con cierta superioridad impertinente, y decían de él que era un buen hombre.

la Buena Gloria, repito, continuó después en toda su escandalosa solemnidad, á despecho de sermones, de anatemas y del entremés citado; atravesó impávida épocas de tirantez é intolerancia, y sin que nada haya podido contra ella, logró aclimatarse en la moderna atmósfera de fósforo y vapor, y aquí existen todavía en uso sus inconcebibles prácticas .

Nada de sermones contestó D. Luis con mucha calma . El mal efecto que surtió el último que prediqué me ha probado con evidencia que Dios no me llama por ese camino, y ya he elegido otro. Vd., señor conde, ha hecho mi conversión. He ahorcado los hábitos; quiero divertirme, estoy en la flor de la mocedad y quiero gozar de ella.

Mira, añadió resueltamente mi mujer; déjame en la fonda; no quiero dar un franco por ver ese edificio; por una peseta está cavando un español todo el dia en el campo....» Sin embargo estos sermones de mi compañera, yo me dirigí al estanco, con el fin de comprar el documento que el conserje me reclamaba. Mi mujer lo notó, y se detuvo á despecho mio. No te empeñes, porque no voy.

Asistían a todas las novenas, a todos los sermones, a todas las cofradías, y a todas las tertulias de buen tono. Comían dos o tres veces por semana fuera de casa. Lo más del tiempo lo empleaban en pagar visitas. Esta era la ocupación a que daban más importancia entre todas las de su atareada existencia.

Tienes talento, eres coqueta y desgraciadamente para mi, tienes una cara demasiado bonita y... ¡Al fin y al cabo! interrumpí, satisfecha, así es como me gustan los sermones. No me interrumpas, Reina, te hablo seriamente. Vamos a ver, tío, razonemos: la primera vez que me visteis, me dijisteis: eres terriblemente linda. Y ¿qué hay con eso, sobrina? ¿Qué hay?

Al ver su aire solemne comprendí lo acertado de mis conjeturas y como siempre me ha gustado la comodidad tanto en los sermones, como en las demás circunstancias de la vida, aproximé un sillón y me arrellané en él, confortablemente; entrelacé las manos sobre mis rodillas y cerré los ojos con aire de profundo recogimiento.

Lo bueno es que ya no le pega a la mujer, porque en cuanto levanta la mano pierde pie y se cae al suelo». Isidora se echó a reír. En el mismo instante, Riquín le daba bofetadas. «No se pega, no se pega. Anda, cáscale duro... Déjale que pegue. Este va a tener más talento... Le criaremos para cura de escopeta y perro. Verás qué sermones salen de esa cabezota. ¿Verdad, hijo?

Palabra del Dia

reclinándose

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