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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Hay que confesar que el olfato especial de las aiglemontesas en materia de sermones no les había engañado. El predicador ha hablado muy bien y, sobre todo, de un modo original, lo que, vista la rareza del caso, produce siempre placer.

«¡Bah! exclamó apartando la vista de su hermano con un movimiento desdeñoso de la cabeza . No quiero oír sermones. Yo bien lo que debo hacer». Dijo, y levantándose se marchó a su cuarto. Bien, muy bien murmuró el cura quedándose corrido, mirando a doña Lupe y a Papitos, la cual se pasmaba de aquel mirar que parecía una consulta . Y qué mal educadito y que rabiosito se ha vuelto.

Y viniendo él con la cruz y agua bendita, después de haber sobre él cantado, el señor mi amo, puestas las manos al cielo y los ojos que casi nada se le parecía sino un poco de blanco, comienza una oración no menos larga que devota, con la cual hizo llorar a toda la gente como suelen hazer en los sermones de Pasión, de predicador y auditorio devoto, suplicando a Nuestro Señor, pues no quería la muerte del pecador, sino su vida y arrepentimiento, que aquel encaminado por el demonio y persuadido de la muerte y pecado, le quisiese perdonar y dar vida y salud, para que se arrepintiese y confesase sus pecados.

No los previó y te dejó a obscuras. Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 duros de renta?

Y tenía, por último, el estilo patético de la Semana de Pasión y de la Semana Santa, durante las cuales los sermones, más que hablados, eran en Villabermeja, y siguen siendo aún, cantados, sin que gusten de otra manera. Sermón de Semana Santa, sin lo que llaman allí el tonillo, no gusta á nadie ni se tiene por sermón.

La que yo quiero que lo sepa primero de todos es mi amiga la obispa. ¿Apostamos a que viene a verme? Ya... no se le queda a ella en el cuerpo el sermón que me tiene preparado. ¡Vengan sermones! No me importa; mejor. Yo le diré que tiene razón; pero que yo tengo el hijo, y allá se van hijos con razones».

Don Braulio no quería, además, contener a su mujer con sermones, ni con severidad, ni con mandatos. Quería sólo de ella amor por amor. Su plan estaba trazado. No podía ni debía oponerse a que Beatriz tratase a Rosita ni a que estrechase lazos de amistad con ella.

Los indios que aun no estaban bautizados de dirigian en tumulto á oir los sermones diarios de los misioneros; y los que ya lo estaban, asistian puntualmente á la misa en los dias de fiesta, y alguna vez en los ordinarios, particularmente los sábados para cantar y rezar en coro mañana y tarde, ya en español, ya en moxo.

¡Todo te lo debo a ti!... y si vieras el bien que me hacías cuando me estimulabas a reaccionar en los días en que me sentía más abatido... Hoy recuerdo perfectamente la intensa influencia que ejercías en mi espíritu y la situación de ánimo en que me dejabas después de aquellos sermones inacabables... Eso es historia antigua, te diré a mi vez.

No más ayunos, no más sermones, no más caras foscas, ni escándalos a diario; no había quien siguiera los pasos, espiara los gestos, pescara las palabras, fiscalizara los actos.

Palabra del Dia

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