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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Creía haber encontrado una frase: «¡Pero eso es un cómico!». El Magistral no era cómico, ni trágico, ni épico. «No le gustaba sacar el Cristo». En general prescindía en sus sermones de la epopeya cristiana y pocas veces predicó en la Semana de Pasión. «Rehuía los lugares comunes», según don Saturnino Bermúdez.
Que se obligue á todos los judíos que tuvieren la edad de doce años en adelante á asistir á estos tres sermones, cuyos asuntos deberán ser demostrarles en el primero la venida al mundo del verdadero Mesías, sirviéndose para ello de los lugares de la Sagrada Escritura i del Talmud que han sido controvertidos en la asamblea de Tortosa: en el segundo hacerles entender los errores, locuras i vanidades que se encierran en el Talmud; i en el tercero la destruccion de la ciudad i del templo de Jerusalem i lo perpetuo de su cautiverio, segun las palabras de Jesucristo i de los santos Profetas.
Estribó esa fama principalmente en que dió en la manía de pronunciar sermones, los cuales eran de lo más chistoso y disparatado que pueda imaginarse; y como el tema naturalmente de la mayoría de ellos eran los asuntos religiosos, tratábalos de tal manera el loco, que no había persona que no se parase á escucharlo.
Petrilla aprovechaba del sopor general para lanzar alguna ojeada al banco vecino al nuestro, y Reina de Lavalle se preparaba a meditar sobre las vicisitudes de la vida representadas por una tía y el aburrimiento de los sermones.
La capilla de la catedral se trasladó en masa al coro de San Isidro reforzada por algunas partes rezagadas de la última compañía de zarzuela, que había tronado en Vetusta. Los sermones se encomendaron a otro jesuita, el Padre Martínez, que vino de muy lejos y cobrando muy caro.
Usted que es gran teóloga, y muchas veces me ha dado su opinión sobre otros grandes sermones míos, deseo que vea ahora éste. Yo no entiendo de eso replicó la santa con repugnancia. Sí entiende dijo Paz complacida. ¡Qué modestia! exclamó Entrambasaguas. La santidad unida al talento. Pero yo sé, aunque usted quiera ocultarlo, que es una gran teóloga.
Compare, ¡cómo ha rajado hoy el padre Francisco! se decían uno al otro guiñando el ojo. Y Paca sonreía y cogía cualquiera ocasión por los pelos para volver á la carga. La verdad es que no tenía mérito alguno sufrir con paciencia sus sermones. Era Paca una de las más amables, ingeniosas y profundas mujeres que pudieran hallarse en parte alguna del mundo.
Allí hay recogidos treinta y nueve sermones con algunas sentencias, y de ellas dice una nota que prueba el efecto que causaron las peroraciones del loco en su tiempo: «Los mismos inquisidores, los mismos frailes, las personas más timoratas los leían y celebraban á solas y á coro, sin temor de caer en mal paso de excomunión y denuncia, y he visto á algunos afectísimos á los frailes y al Santo Oficio, llorar de risa con los despropósitos de Amaro.»
Todos los siervos del templo sentían removerse sus espíritus endurecidos e insensibles como la piedra de los muros ante estas evocaciones de un mundo lejano que jamás habían de ver. Los esplendores de la civilización moderna les conmovían más sinceramente que las bellezas del cielo descritas en los sermones.
Ya había olvidado su resentimiento y sus sermones; tanto más cuanto que en mis palabras había un gran fondo de verdad. ¿Y es por eso, que estás tan triste, hijita? Sí, por cierto, señor cura. Figuraos que mi tía me repite en todos los tonos que soy un fenómeno, que soy fea como un susto. Y mis ojos se llenaron de lágrimas, como que el tal tema me dolía en el alma.
Palabra del Dia
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