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Y así fue clasificando las cartas que ponía reunidas por procedencias hasta que, terminada esta operación previa, tomó todas las de Clota que eran las más y procurando descifrar la fecha en el sello del correo que inutiliza la estampilla perdió un buen rato en ponerlas por orden. ¡Cuántas cartas!... ¡qué barbaridad!

En seguida se la puso en la mano al tabernero, que se quedó mirándola, como distraído, y dándole vueltas. Repito le dijo don Celso, un tanto quemado con aquella actitud que esta carta no es un favor que queremos vender a usted.... La hemos escrito porque..., porque nos ha dado la gana; y nosotros somos así. ¡Ya, ya!... Pero.... Pero ¿qué?... Que sin sello no correrá..., me parece a .

La estancia donde me hallaba no era grande. Tenía el sello característico de las salas donde no se hace vida de familia y se destinan solamente a las visitas. Los muebles, antiguos todos, se hallaban esmeradamente cuidados y colocados en perfecto orden y simetría: las sillas forradas de seda color oro viejo, de alto respaldo terminado con unas bellotitas de poco gusto.

Mas con todo eso, hay en la extraña inmovilidad de sus ojos y en la fijeza de los rasgos de su fisonomía algo marmóreo y cadavérico que, irradiando sobre toda su persona, la comunica el sello de la vejez. Al mismo tiempo su modo de vestir es harto severo para un joven.

Y no obstante trascendía a clérigo, revelándose el sello formidable de la ordenación, que ni aun las llamas del infierno consiguen cancelar, en no qué expresión de la fisonomía, en el aire y posturas del cuerpo, en el mirar, en el andar, en todo. No cabía duda: era un sacerdote.

A pesar de todo evitaba cuanto llevaba el sello de la ostentación mundana, distribuyendo las ocupaciones de su existencia entre el cumplimiento de sus deberes de eclesiástico y sus composiciones poéticas.

Y yo me felicito, repito, de encontrarme entre los elegidos de los dioses, aquellos que su providencia ha marcado con el sello de la felicidad.... Oye, chica dijo Pepa Frías acercando su boca al oído de Clementina: esto parece el brindis de Mefistófeles. Clementina sonrió ligeramente.

Poco después de volver ambos en , entregaron a don Simón una carta, con sello del correo interior. Era de Julieta, y decía: «Cuando ustedes reciban ésta, hará muchas horas que he abandonado esa casa, amparada por el elegido de mi corazón; el mismo a quien ustedes arrojaron de ella.

Todo el libro parece concebido en un solo aliento; los personajes han recibido al nacer tales bríos, que, semejantes a los dioses homéricos, alcanzan de un solo salto cuanto espacio puede divisar el espectador colocado a orillas del mar sobre altísima roca. Todo tiene en este libro un sello de fiereza titánica, de salvaje energía, de grandiosidad sublime: la tierra, y el mar, y los hombres.

Así, es vivísimo el contraste que hacen con aquel silencio sublime los silbidos prolongados y agudos de la válvula del vapor, al acercarse a algun puerto, los ecos de la música, producidos por una pequeña banda de aficionados, y las conversaciones á bordo entre gentes de todos los países y de diversas condiciones, explicando sus impresiones simultáneamente en las lenguas de Cervantes y Voltaire, de Milton y Goethe, de Dante y Camoens, en medio de aquel paisaje que tiene todo el sello de una originalidad, solemnidad y rusticidad eminentemente poéticas....