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Actualizado: 28 de julio de 2025
Joven, linda y rica, la vida, páramo a raíz de la muerte del pobre Esquilón, perdió, poco a poco, su aspecto desolado, recobrando sus muchos encantos y seducciones. Hoy Margarita se ha devuelto al mundo, con evidente deseo de vivir, y hasta ofrece un continente risueño, cierta alegría discreta, disciplinada por la viudez, que aumenta la gracia de su rostro hechicero.
La marquesa no se saciaba de mirar al retrato. ¡Era tan parecido; era la pintura, como de Madrazo, tan fina, tan conforme con la distinción, elegancia y gracia del original! ¡Qué admirable aquella circumpostura del cabello abundante, guarneciendo el rostro, no ciertamente muy oval, antes bien tirando a una redondez algo voluptuosa! ¡Qué palidez tan encantadora! ¡Qué armonía entre lo enfermizo y las inexplicables seducciones! ¡Y aquella mano blanca recogiendo la negra mantilla, qué airosa, qué viva en su admirable modelado!... A la madre se le escaparon en un murmullo de dolor estas palabras: «¡Pobre hija mía! ¡Pobre pecadora!».
Se ven á lo lejos las altas colinas á cuyo pié demora Palma, en un delicioso valle á orillas del Guadalquivir y del Jenil que se le reune allí. Tal parece como si el Jenil le trajese á esa poblacion las seducciones y los encantos de la vegetacion de Granada.
Doña Lupe no había simpatizado nunca con Nicolás; primero, porque las sotanas en general no la hacían feliz; segundo, porque aquel sobrino suyo no se dejaba querer. No tenía las seducciones personales de Juan Pablo, ni la humildad del pequeño. Su fisonomía no era agradable, distinguiéndose por lo peluda, como antes se indicó.
¿Cómo era posible que Echeloría resistiese a tantas seducciones? ¿Cómo había de entenderse el amor de Salomón, si la muchacha, en vez de estar amable, estuviese zahareña y cogotuda?
Olvídalo, y a nadie, ni a tu confesor, hables de eso. Tú reconocerás que está lleno de seducciones y que no es extraño que su fantasía acalore y agite el alma de una... Pero no hables de eso. Calla, por favor. ¿De veras no le amas? No. ¿Ama a alguna otra de esta casa? No sé... calla... no, a nadie de esta casa respondió turbada . Pero ¿no merezco que me creas? No, casi no.
Carlitos podría dirigirse a la principal niña argentina, a la primera fortuna y al primer apellido, en la seguridad de que no sería rechazado. Pero se le ha metido en la cabeza que ha de ser con esa muchacha, «¡O ella, o la muerte!» me ha dicho con una firmeza que me ha dejado aterrada. Yo no sé qué hechizo, qué seducciones, qué encantos encuentra en esa niña. ¡Ah, es encantadora!...
Los teatros llaman con sus rótulos de gas, las tiendas atraen con el charlatanismo de sus escaparates, los cafés fascinan con su murmullo y su tibia atmósfera en que nadan la dulce pereza y la chismografía. El vagar de esta hora tiene todos los atractivos del paseo y las seducciones del viaje de aventuras. La gente se recrea en la gente.
Tu incredulidad nace de la idea equivocada que tienes de esa mujer. Te la has figurado como un monstruo de seducciones, como una de esas que, sin tener pizca de educación ni ningún atractivo moral, poseen un sin fin de artimañas para enloquecer a los hombres y esclavizarles volviéndoles estúpidos.
El prelado comenzó a decir con voz clara y solemne: Sé, querida hija, que habéis formado resolución de encerraros para siempre en esta santa casa con propósito de ser toda la vida esclava del Señor... Sé también que vuestra voluntad es firme, y que habéis sabido resistir, no sólo a las vanas seducciones del mundo, sino también a aquellos goces honestos que la bondad de Dios nos permite... Pero la vida, hija mía, en el seno de la mortificación y penitencia suele ser más larga que en el tumulto de los placeres, y mientras nuestro espíritu resida aprisionado en la carne, somos el blanco de graves e incesantes tentaciones...
Palabra del Dia
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