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Actualizado: 21 de mayo de 2025


José anunció que los caballos estaban listos; montamos y partimos al trote rápido. Había empezado la peligrosa aventura. ¿Cuál sería su término? El aire fresco de la mañana despejó mi cabeza y pude darme perfecta cuenta de cuanto me iba diciendo Sarto, que mostraba sorprendente serenidad.

Silbe usted también ordené a Sarto, para llamar a nuestra gente y entretanto icemos el cuerpo que ahí traigo. No hablemos ahora. Llegaron nuestros hombres y apenas tuvimos el cadáver de Máximo en tierra, vimos a tres jinetes que saliendo del otro lado del castillo, se dirigían hacia nosotros, aunque no podían vernos todavía, porque estábamos a pie.

El Museo de pinturas es tambien notable: la sala italiana contiene cuadros de Andrea del Sarto, Ticiano, Verones, Vinci y otros; que al emperador de Austria le ha sido muy fácil adquirir merced á su dominacion en Milan y Venecia.

Flavia lanzó un ligero grito y se apartó de rápidamente. La frase que mis labios habían comenzado quedó interrumpida. Sarto, pues era él, se inclinó profundamente, grave y sombrío. Perdonad, señor dijo, pero Su Eminencia el cardenal espera hace un cuarto de hora, deseoso de ofrecer sus respetos a Vuestra Majestad antes de partir. No es mi voluntad hacer esperar a Su Eminencia repuse.

En los labios del viejo Sarto apareció irónica sonrisa. ¡Dios los proteja a los dos! le murmurar. ¡Animo, joven! y su mano estrechó disimuladamente la mía. Volví al andén seguido de cerca por Federico de Tarlein y el coronel Sarto, y lo primero que hice fue cerciorarme de que tenía el revólver a mano y de que mi espada salía fácilmente de la vaina.

Aquellas divisiones sociales y locales correspondían, según los informes suministrados por Sarto, a otra distinción mucho más importante para . La Ciudad Nueva estaba toda por el Rey; para la Ciudad Vieja, Miguel de Estrelsau era una esperanza, un héroe y un ídolo.

Se acercaba el momento decisivo. Sarto y yo habíamos acordado, tras ansiosas conferencias, arriesgar el golpe; afirmándonos en esta resolución las malas noticias que Juan nos daba sobre la salud del Rey, que palidecía y se debilitaba con aquel prolongado encierro.

El general Estrakenz murmuró Sarto, haciéndome saber así que me hallaba en presencia del más famoso veterano del ejército de Ruritania. Detrás del General se hallaba un hombrecillo que vestía amplio ropaje rojo y negro. El Canciller del Reino murmuró Sarto. El General me saludó con algunas leales palabras y en seguida me presentó las excusas del duque de Estrelsau.

La estatura del Rey aventajaba mucho a la de Sarto, y mientras escuchaba a éste, sus ojos se fijaban de cuando en cuando en los míos. Por mi parte lo contemplé larga y detenidamente. Nuestra semejanza era en verdad extraordinaria, si bien noté asimismo los puntos de diferencia. Pero con todo esto y a pesar de esas diferencias menores, nuestro parecido subsistía, innegable, evidente, portentoso.

La condesa Elga me ha confesado que la Princesa está prendada del Rey, y que desde el día de la coronación su afecto por él ha ido en aumento. También es cierto que está muy ofendida por la aparente indiferencia del Rey. ¡Buena la hemos hecho! exclamé angustiado. ¿Y eso qué? dijo Sarto. Supongo que más de una vez le habrá usted dicho requiebros a una muchacha bonita.

Palabra del Dia

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