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Actualizado: 17 de junio de 2025


Se me olvidaba decir que la ropa era adrede mal hecha, afectando desprecio de las cosas terrenas, y todo el conjunto no de los más limpios, porque éste era de los literatos rezagados del siglo pasado, que tanto más profundos se imaginaban, cuanto menos aseados vestían. Llegué, le vi, dije: éste es un sabio. Saludé a don Timoteo y saqué mis manuscritos.

De aquí que V. anhele, como quien no dice nada, producir un diputado, y sobre todo un diputado que influya, que valga y que saque turrones. Yo, en cambio, lo confieso, tengo un ideal, que, al paso que vamos, no se realizará, si se realiza, hasta dentro de diez o doce siglos; pero, amigo, es menester ir encaminándose hacia él, aunque sea a paso de tortuga.

Y como al presente nadie estuviese sino él y yo solos, como me vi con apetito goloso, habiéndome puesto dentro el sabroso olor de la longaniza, del cual solamente sabía que había de gozar, no mirando qué me podría suceder, pospuesto todo el temor por cumplir con el deseo, en tanto que el ciego sacaba de la bolsa el dinero, saqué la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo en el asador.

No estará de sobra tampoco que el Sr. D. Eduardo Marquina cuide con mayor detención y esmero del aseo y aliño de su Musa cuando la saque a relucir nuevamente. PRIMER MARQU

Con el mayor disimulo la retuve suavemente por el hábito, diciendo al mismo tiempo en voz de falsete: ¿Cómo se llamaba usted? ¡Chis, suelte usted! Y dando un tirón se alejó, no sin dirigir una rápida mirada de temor a la madre. Peteneras y seguidillas. ¡Oh diablo! ¿Estaría galanteando a la hermana San Sulpicio? La impresión que saqué de esta plática por lo menos fue ésa.

Al dar el primer paso, sentí lo que se llama vulgarmente un cale, esto es, me metieron con un fuerte golpe el sombrero de copa hasta las narices. El miedo me paralizó, y me dejé caer contra la pared. Creí escuchar risas, y un poco repuesto del susto, me saqué el sombrero. ¿Quién va? dije dando á mi voz acento formidable y amenazador. Nadie respondió.

Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que yo os daba? ¡Gracias a mis botes! Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado.

Amaba a Manolita y no quería decir la verdad sobre su carácter; pero con el astuto don Eugenio no valían disimulos. Mira, muchacho, nos engañas. No, no eres feliz... aunque me lo jures. tienes, como yo, sangre de comerciante, y el que nos saque de este mostrador y nuestras costumbres, nos mata.

Esta... le contesté, y avanzando sobre el espacio del balcón hasta el rincón en que termina la reja, la impulsé suavemente, le saqué en un segundo uno de sus guantes, le tomé la mano, la llevé a mi boca, la rodeé con mis brazos el cuello y la cubrí de besos mudos e intensos que ella rehuía apenas, riendo entrecortadamente con cierta frialdad irritante.

Yo Le respondí que tuviera Á dicha poder servirle: Breve y bastante respuesta. 200 Dijo que el Duque sabía Su calidad y nobleza; Que le enseñase la carta, Ó que era mía la afrenta De la disculpa engañosa. 205 Yo, por quitar la sospecha, Saqué la carta del pecho, Y turbado leyó en ella Estas razones, María. Quien tal mostró, que tal tenga. 210

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