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Actualizado: 29 de junio de 2025
En siete de Agosto de mil y seis cientos sesenta murió en esta parroquia de San Juan Bautista de Madrid D. Diego Velázquez, caballero de la Orden de Santiago y aposentador de S. M. Recibió los Santos Sacramentos, y dejó poder para testar a doña Juana Pacheco, su mujer, y a D. Gaspar de Fuensalida, y a cada uno in solidum, ante..... Escribano de S. M., que asiste.... Enterrose en la bóveda de dicha Iglesia, y dieron de sepultura, paño y tumba 3.200.
En el mismo instante el ciego se sintió apretado fuertemente por unos brazos vigorosos que casi le asfixiaron y escuchó en su oído una voz temblorosa que exclamó: ¡Dios mío, qué horror y qué felicidad! Soy un criminal, soy tu hermano Santiago. Y los dos hermanos quedaron abrazadas y sollozando algunos minutos en medio de la calle. La nieve caía sobre ellos dulcemente.
No, Santiago repuso el bravo Massareo , eso sería una injusticia; esa misión le pertenece de derecho, y usted la tendrá, Santiago, usted la tendrá. Sería llevar la delicadeza demasiado lejos. Usted ha sembrado, justo es que recoja dijo otro.
Pues bien; en la virtud de este retrato confiaba grandemente el hijo de don Santiago Núñez para facilitar sus primeras exploraciones en el ánimo de su madre. Sobre este apreciable matrimonio apenas se veía la huella del tiempo corrido desde que el lector le conoció, con motivo de una visita que le hizo la marquesa de Montálvez.
Representaron la pieza dramática más impertinente que yo he visto en mi vida. He aquí su argumento: »Reunidos los caballeros de Santiago, se les presenta Nuestro Señor Jesucristo, y les ruega que lo reciban en su orden.
Con lo que se concluyó la acta, que firmaron los Señores del Exmo. Cabildo, de que doy fé: Juan José Lezica Martin Gregorio Yañiz Manuel Mancilla Manuel José de Ocampo Juan de Llano Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva Licenciado D. Justo José Nuñez, Escribano público y de Cabildo. En Buenos Aires, á 23 de Mayo de 1810.
Después hacían conchas de cobre, de plata, de latón, de porcelana y de azabache. Todavía existe en Santiago la calle de los Azabacheros, desde donde se ve una fachada de la catedral, y a esta fachada se la llama la Azabachería. Y muchas casas, que antiguamente sirvieron de mesones para los peregrinos, conservan aún, como distintivo, una concha de vieira esculpida a la entrada.
Don Santiago se alegró de aquel atrevimiento de su mujer, y la dispuso el trono como para una reina; lo mejor que se pudo con lo que había a mano: una silla de Vitoria sobre un felpudo casi nuevo.
Caracterizarse como suelen hacerlo José Santiago ó Simó Raso, que supo ofrecernos en «El rayo verde» y en «Los malhechores del bien» dos «cabezas» inolvidables, es muy difícil.
Santiago se había levantado prontamente, y aprovechando el error de sus hombres, les dijo en voz baja: Hijos míos, el valor y la sangre fría no son nada; ya habéis visto todos que, aun a riesgo de caer sobre millares de picas o de sables, me he precipitado ciegamente en el sollado... eso es audacia, sencillamente. ¡Viva nuestro Santiago! repitieron los marinos.
Palabra del Dia
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