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Actualizado: 29 de septiembre de 2025
Se arrodillan, invocan al apóstol Santiago, y esperando un milagro, atacan con sus escopetas, arcabuces, lanzas y hachas. Los turcos cejan y vuelven las espaldas. En vano les anima su temible caudillo Suffarais, capitán general del mar, turco viejo y de gran obesidad, famoso por su coraje y atrevimiento.
Dejando muy luego el pueblecillo de Santiago, y atravesando bosques inmensos y el rio de Tucabaca, destinado probablemente á suministrar ricas minas de oro, llegué á Santo-Corazon, que es el punto mas oriental de los lugares habitados de la república. Santo-Corazon era efectivamente por aquella parte el extremo del mundo, pues que nadie podia entónces pasar mas adelante.
Las puertas de la catedral de Santiago se veían todavía clavadas en las vigas de la mezquita en tiempo de Ambrosio de Morales. Véase su Crónica general, lib. XVII, cap. 23. Ebn Adzarí, traduccion del Sr. Gayangos; Al-Makkarí, t. 1, lib. III, cap. 2. Téngase presente para esta esplicacion la lámina que representa el Plano de la mezquita.
El excelentísimo señor don Agustín de Jáuregui, natural de Navarra y de la familia de los condes de Miranda y de Teba, caballero de la Orden de Santiago y teniente general de los reales ejércitos, desempeñaba la presidencia de Chile cuando Carlos III relevó con él, injusta y desairosamente, el virrey don Manuel Guirior.
También los carpinteros sacaban otro castillo en la procesión, pues, así consta de una escritura otorgada por el carpintero Diego Ruiz y el hospital y cofradía de San Felipe y Santiago que entonces era la advocación de los de aquel oficio, en la cual obligábase el susodicho á hacer á su costa el día del Corpus de 1530 «el oficio que los carpinteros llevan en la dicha fiesta» según las condiciones siguientes: 1.ª Obligábase á armar el castillo dos días antes del de la fiesta, costeando los herrajes que fueren menester para que pudiese ir y venir bien en la fiesta y á los doce hombres que habían de llevarlo, asi como desarmarlo terminada la fiesta.
Una tarde de diciembre, al volver de la relojería, ya obscurecido, un chiquillo me detuvo y me entregó una carta. ¿Quién podía escribirme? Examiné el sobre a la luz de un farol. Era letra de mujer. Con gran curiosidad leí la carta, que decía así: «Al capitán don Santiago de Andía.
JUAN DE LA HOZ MATA , oriundo de una familia de Burgos, nació en Madrid en el año de 1620; recibió en el de 1653 el hábito de la Orden de Santiago; después fué regidor de Burgos, y, por último, presidente del Consejo de Hacienda de Castilla.
Y como si viera al diablo en cada prójimo, había hecho un verdadero exorcismo de su cara. Tenían serias y largas discusiones don Santiago y su mujer sobre el punto referente a la educación de su hijo. ¿Por dónde comenzarían para no equivocarse?
La carabela Santiago, capitán Francisco de Porras, ganaba diez mil maravedís al mes, componiendo la tripulación 47 hombres en total. El navío Gallego se fletó á razón de 8.333 maravedís; mandábalo Pedro de Terreros, llevando 27 hombres, de capitán á Paje. El navío Vizcaino fletado por 7.000 maravedís, regía Bartolomé de Fiesco, tripulándolo 25 hombres. Total general, 151.
Lejos de ello, don Santiago, temiendo haberse corrido demasiado allá en sus palabras, y reparando por primera vez en que había, aunque remota, alguna semejanza entre los casos maldecidos por él y el caso de la marquesa, se apresuró a responder: Nada hay en el relato de usted, mi distinguida y respetable señora, que merezca esa pena tan dura.
Palabra del Dia
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