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Actualizado: 27 de julio de 2025
Paz, por Dios, no te arriesgues dijo Salomé chillando con horror, como si la inofensiva Clara tuviera un puñal en la mano. Déjala, déjala. ¡La mataría! dijo Paz apretando los puños y ahogada por la cólera. Salomé puso sobre los hombros de Clara el mantón, que al entrar en la casa había traído.
No hay falta, por grande que sea, que no pueda corregirse dijo Salomé, mirando con sublime protección al desdichado Lázaro, á quien parecieron aquellas palabras el colmo de la generosidad. Efectivamente dijo Paz en tono de enfática indulgencia. Hay faltas tan enormes, que por su misma enormidad necesitan indulgencia.
A rectificar, como dicen en las Cortes indicó Salomé en un arrebato de amabilidad repentina é inexplicable que no pudo contener; amabilidad rarísima en ella y que era sin duda signo de una gran agitación. El buen humor de la segunda ruina era siniestro.
En esto entró la devota. Elías andaba por allí cerca. ¡Qué dirán si llevamos con nosotras á ese joven!... continuó Paz. ¿A ese joven? ... repitió Paulita. Sí: ¿qué dirán? ¡Jesús! exclamó Salomé. Nada dirán manifestó la devota, mirando para otro lado. Es un servidor, un caballero que nos acompaña. Y, sobre todo, el mal está en las intenciones, no en las apariencias. ¿Qué pueden decir?
¡Qué modos! murmuró Salomé dirigiéndose a su cuarto . Ya no hay caballeros. Navarro moraba en la misma habitación ocupada algunos años antes por una mujer que murió en olor de santidad.
María de la Paz decía que no; Salomé dudaba, y la santa opinaba que sí. Las razones de la primera eran: que puesto que prefería el sueño á la comida, era preciso hacerle el gusto, con lo cual se iría acostumbrando á la disciplina. En vano quiso oponerse Paulita con gran copia de razones teológicas y morales, fundadas en el principio de mens sana in corpore sano: todo fué inútil.
Yo no lo merezco. ¿A dónde puedo ir á estas horas sola? No conozco á nadie. Tengo miedo ... me voy á perder. Vamos, aquí tiene usted su ropa dijo Salomé poniéndole el lío en la mano. No, no lo puedo creer. Ustedes no serán tan inhumanas. Esperarán á mañana; esperarán á que venga él.
¿Pero qué ha hecho? exclamó doña Paulita, la santa. Elías contó la aparición del militar en su casa; contó los antecedentes peligrosos de Clara, su deseo de parecer bien, la compra de las flores, las composiciones del vestido, y las tres damas comenzaron á hacer aspavientos. Salomé entonó un sermón, y doña Paulita se hizo cuatro cruces desde la frente al estómago y desde un hombro á otro.
¿Pero dónde ha ido? ¿Qué sé yo? Vaya á la calle, que es donde siempre ha debido estar. ¡Oh! Ella se habrá ido muy contenta por ahí. Si esa gente ha nacido por la calle dijo Salomé, con un gesto de repugnancia. ¡Qué ignominia!
De repente los Duques de X ... se opusieron al casamiento de su hijo; Salomé estuvo siete días en cama con dolor de muelas; su padre oyó con sumisión la homilía que el fraile le espetó por vía de consuelo, y Elías Orejón le leyó en seguida unas terribles cuentas, que le hicieron el efecto de un tósigo. La joven empezó entonces á enflaquecer.
Palabra del Dia
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