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Actualizado: 27 de octubre de 2025
El primer sentimiento de Clara al oír esto, fué una repentina alegría. ¡Salir de allí! Ya había perdido esa esperanza. Pero la situación aquélla no era para alegrarse. Pronto lo conoció, y esperó resignada el fin de su sentencia. Dile, dile la causa indicó Salomé, afectando gran respeto al procedimiento. La causa bien la sabe ella dijo Paz; pero no puedo contener la cólera.
Salomé era un tipo enteramente contrario. Así como la figura de Paz no tenía nada de aristocrático, la de ésta era de esas que la rutina ó la moda califican, cuando son bellas, de aristocráticas. Era alta y flaca, flaca como un espectro.
¡Ay! no sirvo para estas cosas... ¡Yo me descompongo! balbució Salomé, inclinándose sobre el sofá con muestras de experimentar un vahído. Pero, señoras, no se alarmen ustedes dijo doña Rosalía, queriendo calmar á las dos damas. ¿Tienen ustedes alguna hija?
Salomé se apresuró á llevar á la boca una uva, que tenía entre sus delicados dedos, para poder decir: ¿Que no será nada? Crea usted que está bastante grave. Al decir esto, los movimientos de la delgada piel y los huesos angulosos de su gaznate indicaron que la uva había pasado. ¿Pero es cosa de gravedad? dijo Elías.
Eso no tiene nada de particular, señoras, nada de particular; al contrario.... ¡Señor don Gil! dijo Salomé con una cosa parecida al rubor. ¡Señor don Gil! exclamó Paz con toda la majestad de su carácter reunida en un solo gesto. El que había sido abate y covachuelista comprendió que le habían entendido mal. Voy á rectificar exclamó.
Pues vengo á decirla á usted ... ¿usted no sabe lo que pasa? ¿Qué pasa? dijo Salomé, creyendo que se hundía el techo. No se asuste usted, señora, porque al fin y al cabo, sabiéndolo, se puede evitar que vuelva á suceder. ¡Por Dios, explíqueme usted, señora! dijo Paz, en el tono de la impaciencia y la superioridad.
Ya Salomé se había acercado á la cómoda donde Clara guardaba su escaso ajuar, y recogía todo formando un lío. No tengas cuidado, Paz decía entre tanto; yo estoy registrando su ropa, no sea que se lleve alguna cosa. No se lleva nada. ¡Señoras de mi alma! dijo Clara en el colmo de la desesperación.
Yo no sirvo para estas cosas clamó Salomé volviendo el rostro. No puedo, no puedo oír esto. ¿Que usted no ha permitido...? ¿Todavía tiene atrevimiento para negarlo? Yo ... yo no niego contestó la huérfana muy consternada. Pero yo, ¿qué culpa tengo de que ese hombre...? ¿También le quiere usted disculpar á él? Esto nos faltaba que ver.
Mama Salomé no intentó siquiera una revolucioncilla de mala muerte; se echó a dar y cavar en la ingratitud y felonía de los suyos, y a tal grado se le melancolizó el ánimo, que sin más ni más se la llevó Pateta.
El Duque se enamoró de ella como un loco: hizo que uno de los más enfadosos poetas de aquel tiempo escribieran unas estrofas amatorias, que el joven apasionado deslizó suavemente en la mano de Salomé á la salida de un baile. Sentimos no tener á mano estas estrofas, porque son un documento notable y digno de ser conocido. En prosa neta contestó la joven; pero no fué menos expresivo su estilo.
Palabra del Dia
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