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Actualizado: 27 de junio de 2025


Paz hizo con la cabeza un signo de asentimiento, y miró á sus sobrinas de un modo que indicaba el profundo acierto que había en la respuesta de Clara. Vamos, niña, ¿qué piensa usted hacer en el mundo? ¿Cómo cuenta usted vivir en lo sucesivo? ¿De qué modo? A ver repitió Salomé con vehementes ganas de que Clara no acertara con la respuesta. Yo ... contestó Clara, lo que deseo es vivir ... pues.

Ya se ve ... con estas ideas del día, ¡qué había usted de hacer! Es preciso perdonar dijo doña Paulita con una voz agridulce y atiplada, que parecía salir de lo profundo de un cepillo de iglesia. , perdonar; pero corregirse también indicó Salomé con el aplomo de un legislador. Si no, á dónde iríamos á parar; porque el perdón sin corrección produce peores efectos que el no perdonar.

El primer objeto que atrajo las miradas de Salomé fué el oro esparcido; su primer movimiento fué lanzarse sobre él y empezar á recoger las monedas, arrodillada en el suelo. Paz miró á Lázaro, se puso lívida de miedo; miró á la devota, se llenó de ira, dió algunos pasos, y recobrando la majestad de su carácter, preguntó: ¿Qué es esto?

¡Buenos negocios serán esos! indicó Salomé. Pero á ver si baja la voz, que mi prima no puede sufrir esos gritos. Apenas entró usted ... yo no cómo pudo sentirle. Lo cierto es que le sintió entrar, le conoció en los pasos, despertó con mucho sobresalto, y cuando escuchó su voz se incorporó en el lecho con mucha agitación, manifestando que le molestaba mucho su voz.

Vamos, conteste usted dijo Salomé con un tonillo que indicaba grandes deseos de oír un disparate. Diga, hermana exclamó con la nariz la devota. Yo ... contestó Clara después de una pausa larga en que trató de dominar su turbación ... Yo ... les diré á ustedes ... soy ... una mujer.

Y no desconfíes de ella prosiguió mirando á la sala y dirigiéndose á las dos esfinges: no desconfíes de ella, porque es muy buena. Salomé movió la cabeza en señal de duda. Es muy buena, muy buena compañera mía continuó la devota Aunque el mundo trató de corromperla, ella tiene muy buen fondo, y el alma está santa: lo he conocido.

La escena se hallaba dispuesta de este modo: Paz y Salomé estaban sentadas en la actitud ceremoniosa que les era habitual. A la derecha tenían á Elías, y Lázaro se hallaba frente á ellas en la postura de un reo. Detrás de las dos viejas, Clara y la devota formaban otro grupo junto á un pequeño velador que sostenía la lámpara, cuya débil luz iluminaba aquel cuadro.

Es también seguro que Salomé pasaba muchas noches llorando, y que en aquel asunto intervinieron el fraile y el Marqués. El teniente fué mandado al Perú, y no se supo nada más de él. Es imposible expresar lo que sufrió la pobre alma de la joven Porreño con el terrible golpe del rompimiento de la boda. Ella esperaba no qué de aquel enlace. ¡Misterios femeninos!

No en qué puedo haberlas ofendido. ¿Qué he dicho? Ha dicho usted lo que no quiero recordar dijo Paz, limpiándose la consabida. Ha dicho usted que su sobrino se enmendará. ¡Oh! no puedo creer que usted... exclamó Salomé. Adiós, señor don Elías. Adiós, señor don Elías. Se fueron.

Un rumor popular y el áspero tañido de los fagotes vinieron á sacar de apuros á nuestra amiga anunciando la procesión. Se dispuso ocupar inmediatamente los dos balcones: en uno se colocó el clérigo con María de la Paz y Salomé; en otro se colocó la gorda, doña Paulita y Lázaro. Un enorme tiesto, donde crecía con extraordinaria lozanía una adelfa, estorbaba la comodidad de estas tres personas.

Palabra del Dia

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