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Actualizado: 24 de junio de 2025


Y los dos inválidos de la vida se olvidaban de la propia dolencia para pensar en la del otro, estableciéndose entre sus almas una corriente de conmiseración amorosa, atrayéndose, no por el apasionamiento del sexo, sino por la simpatía fraternal que les inspiraba su desgracia. Muchas veces, Sagrario alejaba a su tío.

Sagrario fue también, a instancias de su tío, que tuvo casi que arrancarla de la máquina. Algún rato de esparcimiento había de gozar; la convenía asomarse al mundo de tarde en tarde; se estaba matando con aquella vida de abrumadora laboriosidad. Todos se sentaron en la galería. El zapatero había llevado a su mujer, siempre con un pequeñuelo agarrado a la flácida ubre.

Y puedes creerlo, si como historia el caso es falso, como novela es cursi. Si no, fíjate en las personas que te han ayudado al desarrollo de tu obra: Ido del Sagrario, un flatulento; José Izquierdo, un loco de la clase de cabellerías; Guillermina, una loca santa, pero loca al fin. Luego viene mamá, que al verte a ti chiflada, se chifla también.

Allí permaneció largo rato, contemplando a través de la reja la Virgen del Sagrario. Nacido en la catedral y llevado de niño por su madre a que se arrodillase ante la imagen, la había admirado como el tipo más perfecto de hermosura. Ahora la apreciaba fríamente, con ojos de artista. Era fea y grotesca, como todas las imágenes que son ricas.

»Pasó todo como el amago de un vértigo, por obra de un esfuerzo de mi voluntad y del auxilio discreto y oportuno de Leticia y de Sagrario. Logré hacerme a la fiereza del león, y atrevime en seguida a afrontar los lances del peligro.

Ya sabes que no recibe dijo la señorita, y tomando de manos de Blas una tarjeta que este traía leyó: José Ido del Sagrario, corredor de publicaciones nacionales y extranjeras. Que entre, que entre al instante ordenó Santa Cruz, saltando en su asiento . Es el loco más divertido que puedes imaginar.

«Tío, por Dios, tío, despierte usted» volvió a decir Fortunata gritando; y como asomase a la puerta la flácida y carunculosa efigie de Ido del Sagrario, la joven le dijo: «¿Pero qué hace usted que no despierta a mi tío?... ¡Qué sola me tienen aquí! ¡Y esa chiquilla que no viene!». Ido refunfuñó algo que Fortunata no pudo entender.

Llegado nuestro hombre al sagrario, abrió el recamarín, sacó la Custodia envolvió en su pañuelo la Hostia divina, dejándola sobre el altar y salió del templo por la misma claraboya que le había dado entrada. Sólo dos días después, en la mañana del sábado 25, cuando debía hacerse la renovación de la Forma, vino a descubrirse el robo.

Tanta sabiduría impresionó a Maxi, que al punto se desató a charlar con Ido del Sagrario, pues no era otro el docto amigo de Izquierdo, y estuvieron poniendo comentarios a los trágicos sucesos del 93. «Porque mire usted, cuando el pueblo se desmanda, los ciudadanos se ven indefensos, y francamente, naturalmente, buena es la libertad; pero primero es vivir. ¿Qué sucede? Que todos piden orden.

Gabriel se irguió sosteniendo a Sagrario, que se echaba atrás como desfallecida por la emoción. Miraba al espacio luminoso con gravedad sacerdotal, mientras hablaba en voz queda al oído de la joven: Nuestra vida será como uno de esos jardines abandonados, donde entre troncos caídos y ramas secas rebrotan nuevos follajes.... Compañera, amémonos.

Palabra del Dia

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