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Actualizado: 9 de junio de 2025
Aquí se detuvo ruborizándose, pero Simón no lo notó, absorto como estaba con sus propios recuerdos. Buen mesón el del Pájaro Verde ¿eh? ¡Por el filo de mi espada! Peores cosas podría hacer que casarme con aquella ventera tan fresca y rolliza, cuando me llegue el día de trocar este coleto y la cota de malla por la ropilla de paño.
Pa ver una huerta con algunos árboles tísicos allá donde Cristo dió las tres voces... ¿Ha venido Espinosa? No; ahí no están más que Antonio, Pepe, Frasquito y su tío... ¡Ah! también acaba de salir Manolo, pero no ha estado en la reunión. ¿Qué Manolo? Manolo Uceda repuso ella ruborizándose. Velázquez frunció levemente el entrecejo, y la miró fijamente.
Son tonterías de la juventud... cuestión de amores, contestó ruborizándose un poco. Pues cuente V. esas tonterías. Me muero por ellas: no lo puedo remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria de que V. me habló ayer. No soy poeta, D. Ramón; soy crítico.
Y á propósito, Roger; nunca te he preguntado por qué la noble profetisa dijo de tí que tenías el pensamiento puesto en el castillo de Monteagudo con más constancia y cariño que yo mismo.... Quizás tuviera también razón al decirlo, señor, replicó el escudero ruborizándose, porque os confieso que en aquel castillo pienso todo el día y con él sueño de noche.
Va usted a reírse de mí. El griego contestó ruborizándose como un colegial. ¡El griego! ¡Usted sabe leer el griego! ¿Y un hombre como usted ha podido entretenerse aprendiendo el griego? Una verdadera casualidad. Mi preceptor hubiera podido resultar un imbécil como los demás, ¿no es cierto?, pues bien, me encontré con que era un sabio. ¿Y usted lee el griego por placer? A Homero, sí.
Desde que era objeto de cortejo y los mozos acudían a solicitarla dos veces por semana con arreglo al tradicional festeig, parecía haberse dado cuenta de grandes e inesperados peligros que antes no sospechaba, y permanecía al lado de su madre, evitando toda ocasión de verse a solas con un hombre, ruborizándose apenas unos ojos varoniles se cruzaban con los suyos.
Pero Tónica se detenía, ruborizándose como si sintiera haber dicho demasiado, y miraba a su no vio confusa y avergonzada, mientras éste buscaba la linda manecita de ella para besarla repetidas veces, sin importarle la presencia de Micaela. La costurera consentía estas caricias. Conocía bien a Juanito. No había cuidado que pasase de ellas.
¡Ole, ole, D. Ramón! exclamé incorporándome de un salto y poniéndome los calcetines: vengan esas razones. Son tonterías de la juventud... cuestión de amores, contestó ruborizándose un poco. Pues cuente V. esas tonterías. Me muero por ellas: no lo puedo remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria de que V. me habló ayer. ¡Al fin poeta!
Le di las gracias, no sin dejar de echarle una larga mirada de inteligente satisfecho. Ella bajó la suya, ruborizándose. Era la primera vez que veía esto en Sevilla. Recordando la escena de por la mañana en la fábrica, le dije: Apostaría a que no es usted cigarrera. No, señó; soy planchadora. ¿De Sevilla? De Badajoz. ¡Ah! ¡Es usted extremeña!
Manda decir a vuestra merced que prosiga su viaje, e se quite las barbas, e camine mucho, mucho, ocultando su nombre. Luego, bajando los párpados y ruborizándose bajo el polvo blanquecino que velaba su rostro, agregó que ella venía a ponerse a su servicio y que estaba dispuesta a seguirle como paje, adondequiera que fuese.
Palabra del Dia
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