Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 1 de julio de 2025


Mal concordaban estas ideas con las que Golfín tenía de la posición y arraigo de los señores de Bringas, pues como había visto tantas veces a la feliz pareja en los teatros, en los paseos y sitios públicos, muy bien vestidos uno y otra; como además había visto a Rosalía paseando en coche en la Castellana con la marquesa de Tellería, la de Fúcar o la de Santa Bárbara, y aun creía haberla encontrado en alguna reunión elegante, compitiendo en galas y en tiesura con las personas de más alta alcurnia, suponía, dando valor a estos signos sociales, que D. Francisco era hombre de rentas, o por lo menos, uno de esos funcionarios que saben extraer de la política el jugo que en vano quieren otros sacar de la dura y seca materia del trabajo.

Rosalía, que sabía de lógica más que la marquesa, díjole que por qué no escribía a su administrador de Almendralejo para que le anticipase la renta del trimestre, aunque fuera con descuento.

La señora le guiaba hasta volverle a poner en el sillón. Esto se hacía siempre a puerta cerrada; pues antes de escudriñar su tesoro mandaba a Rosalía que echase el pasador a la puerta para que no entrara nadie. Una semana trascurrió desde el día de San Antonio, tristísima fecha en la casa, sin que el enfermo adelantara gran cosa.

Doña Rosalía lo adivinó también, cuando, poniéndose en acecho, le vió pasar á la casa inmediata por una puerta condenada que daba al desván antiguo. Se calló y esperó. Comprendió la taimada que allí había aventura amorosa, y en esto supo hallar un medio feliz para su venganza.

¡Qué contentos iban los cuatro a lo Reservado, cuya entrada se les franqueaba, por ser Rosalía de la casa! ¡Y cuánto gozaban los chicos viendo la casita del Pobre, la del Contrabandista y la Persa, echando migas, a los patitos de la casa del Pescador, subiendo a la carrera por las espirales de la Montaña artificial, que es en verdad, el colmo del artificio!

Pues han de saber ustedes dijo con misterio doña Rosalía, que esta casa... Pues ... les diré á ustedes: yo vivo en la casa de al lado en el cuarto piso, y soy sastra, con perdón de ustedes, y coso toda la ropa de casa del señor Nuncio del Papa, y la del Patriarca de las Indias; coso á todo el arzobispado de Toledo, y á veces coso á la capilla de Palacio.

Ha corrompido a Marta como a Rosalía, por medio de dinero y de promesas, para favorecer sus proyectos. Ahora lo comprendo todo. Ha huído para ir a advertir a Federico que Elena va a ser conducida a la casa de sanidad. Tiene esperanza de impedirlo. Vamos, Mathys, poseemos los medios infalibles para frustrar su esperanza.

Tiraba Rosalía de los cajones de la cómoda suavemente para no hacer ruido; sacaba faldas, cuerpos pendientes de reforma, pedazos de tela cortada o por cortar, tiras de terciopelo y seda; y poniéndolo todo sobre un sofá, sobre sillas, baúles o en el suelo si era necesario; empezaba un febril consejo sobre lo que se debía hacer para lograr el efecto mejor y más llamativo dentro de la distinción.

Enterose con amabilidad de los pormenores de su vida y fue poco a poco ganando su confianza, haciéndola hablar con más desembarazo. Pero el baile se había deshecho. Algunas jóvenes se fueron para sus casas; otras, y con ellas algunos galanes, vinieron a sentarse delante del estanquillo, para lo cual doña Rosalía les consintió sacar más sillas y un banco largo.

Pero sin que pudiera retrasarse ni un día, ni una hora, porque su honor estaba comprometido en casa de Mompous, y en caso de que Rosalía no pudiera cumplir, se vería precisado a pedir el dinero a D. Francisco. «Por Dios... no diga usted tal disparate. ¡Jesús!... Usted se ha vuelto loco-tartamudeó la de Bringas con temblor y sobresalto». Volvió a echar sus cuentas por centésima vez.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando