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Actualizado: 1 de julio de 2025
¡Ay! no sirvo para estas cosas... ¡Yo me descompongo! balbució Salomé, inclinándose sobre el sofá con muestras de experimentar un vahído. Pero, señoras, no se alarmen ustedes dijo doña Rosalía, queriendo calmar á las dos damas. ¿Tienen ustedes alguna hija?
La fiel esposa no debía tener escrúpulos de conciencia por esta acción un tanto incorrecta y temeraria, porque la cantidad sería repuesta antes de que el buen señor se hallara en estado de advertir la falta. Pues qué, ¿cree usted que D. Francisco verá antes del día 15 de Julio? Esta pregunta, hecha por Milagros en el calor de la improvisación, lastimó bastante a Rosalía.
Triste y desconsolada se quedó Rosalía, no sólo por la ausencia de la amiga más querida, sino por su propio confinamiento, por aquel no salir, que era como un destierro. ¡Bonito verano la aguardaba, sola, aburrida, achicharrándose, sufriendo al más impertinente y cócora de los maridos, pasando, en suma, el sonrojo de permanecer en Madrid cuando veraneaban hasta los porteros y patronas de huéspedes!
Bringas se mostró muy agradecido, y tanto encareció su mejoría, que Refugio hubo de creer que sólo por capricho llevaba aquella enorme venda. «Diles que ya estoy bien y que les agradezco mucho su atención...». Rosalía sintió ganas de decir cuatro frescas a la que tenía el atrevimiento de profanar la honrada casa entrando en ella; pero la compostura que guardaba D. Francisco y los buenos modos de la chica la contuvieron.
¿Y su hermana de usted, Tula...? Más absurdo aún... Rosalía alzó los hombros. No veía salvación.
Sucedió que aún no había esta concluido de anunciar con suspiros y ayes la inminencia de su catástrofe, cuando Rosalía con decidido tono le dijo: «¿Usted me firma un pagaré comprometiéndose a devolverme dentro de un mes la cantidad que yo le dé ahora?
Por la calle del Arenal encontró a Joaquinito Pez, el cual, muy gozoso, le dijo: «Hemos tenido parte, mañana llegan». Oír esto Rosalía, y ver el cielo abierto, la cerrazón de su alma despejada, la cuestión del día 9 resuelta, y el mundo mejorado, y la humanidad redimida de sus añejos dolores, fue todo uno.
Era una hora ésta muy ocupada para la niña: la cena de los chicos y del huésped exigía bastantes preparativos: la criada se encargaba únicamente del condimento de los manjares; doña Rosalía de atender al estanquillo.
Dudo yo que mi marido... ¡Quia, imposible..! Pero, aun creyendo imposible lo que se le había ocurrido a su ingeniosa amiga, Rosalía meditaba sobre ello. La misma dificultad insuperable del asunto atraía su espíritu, como los grandes problemas embelesan y fascinan los entendimientos superiores.
Tendríamos billetes gratis hasta la frontera; ¿pero de la frontera para allá? Si no son más que doscientos treinta kilómetros dijo con gran espontaneidad Rosalía, que había alimentado su ilusión leyendo la Guía de ferrocarriles. Sean pocos o muchos, esos kilómetros nos habrían de salir caros.
Palabra del Dia
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