Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 1 de julio de 2025


Discurriendo así, Rosalía se admiraba a misma, quiero decir que admiraba a la Rosalía de la época anterior a los trampantojos que a la sazón la traían tan desconcertada; y si por una parte no podía ver sin cierto rubor lo cursi que era en dicha época, por otra se enorgullecía de verse tan honrada y tan conforme con su vida miserable.

Contaba Pez estas cosas a Rosalía con gran vehemencia, y ella le oía con interés vivísimo y con lástima.

Repentinamente acordose de que debía pagar la compostura y reforma de un alfiler en casa del diamantista... ¡Qué diablura!, se le había olvidado el portamonedas, y en aquella casa ni le daban crédito ni quería solicitarlo, por cierta cuestión desabrida que tuvo en otro tiempo con el dueño de ella... No había que apurarse por tan poca cosa. Rosalía llevaba dinero. «¡Ah!, bueno... es lo mismo.

Dejó escapar un sollozo ahogado, se llevó la mano al corazón y salió corriendo de la estancia. Vamos; a encerrarse a su cuarto, como siempre dijo doña Rosalía, sonriendo irónicamente.

Ricardo te envía un saludo y yo mi mejor abrazo. =Rosalía=.» Sólo me resta pedir disculpa a mi amiga Rosalía por lanzar su carta a los cuatro vientos de la publicidad. Lo hago porque, aparte el pequeño chismorreo final, la carta encierra una enseñanza y revela las mejores virtudes que pueden adornar a una mujer. Señora Rosalía Arregui del Moral de Pérez y Cámpora. «Los Carpinchos».

Salte a la terraza». Las más de las veces negábase Rosalía. «No estoy yo para paseos... déjame». Pero algunas tardes salía. El señor de Pez la acompañaba. Un día que él salió primero, porque verdaderamente se ahogaba en el caldeado gabinete, la vio aparecer con su bata grosella, adornada de encajes, abanicándose. Estaba elegantísima, algo estrepitosa, como diría Milagros; pero muy bien, muy bien.

«¡Virgen del Carmen! exclamó para Rosalía . ¡Con qué gente me he metido!... Si el Señor me saca en bien de este mal paso, nunca más volveré a dar otro semejante». Celestina dijo la mellada en tono amistoso , ¿y yo no me peino hoy? La otra explicó su tardanza con lo mucho que tenía que hacer.

Al poco rato apareció Rosalía en Gasparini, y Milagros la vio ceñuda y risueña a un tiempo mismo, como cuando no podemos sustraernos a los efectos de uno de esos lances cómicos que suelen ocurrir en las ocasiones más tristes. «Vea usted qué gracia dijo Rosalía al oído de su amiga . Me ha dicho en el comedor, con mucho secreto, que le haga el favor de adelantarle otros cinco duros».

Bringas se frotó los ojos, los volvió a abrir, y moviendo mucho los párpados, como los poetas cuando leen sus versos, exclamó con acento que desgarraba: «¡No veo!... ¡No veo!». Rosalía no pudo añadir nada; tal era su espanto. La de García Grande, que había logrado dominar el fuego, aunque no evitar completamente la adherencia de sus botas al piso, acudió al lastimoso grupo...

En alta voz, afectando una calma que estaba muy lejos de tener, le dijo: «Si tanta extorsión te cansa, no hay nada de lo dicho». No puedo, no puedo. Es un compromiso tan grande el que tengo... manifestó la Sánchez en el tono de quien corta una cuestión. Bueno, no te apures... Con que... ¿y cómo no han ido ustedes a baños? Este cambio completo en la conversación, puso a Rosalía sobre ascuas.

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando