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Actualizado: 11 de junio de 2025
Pero, ¡Santo Dios! ¡qué pálida estaba! sus ojos azules, tan bellos y tan puros, estaban rodeados de un ligero círculo amoratado, en el que las venas surcan la piel suave y rosada. ¡Dios mío! ¡perdón! ¡perdón! dijo, y se dejó caer de rodillas sobre el duro suelo. Algún tiempo después se levantó con las mejillas purpurinas y los ojos brillantes.
Me precedió, y escurrió con gran trabajo su ancho y pesado cuerpo por la puerta entreabierta. La cuna se alzaba allí en la luz rosada de la tarde. Entre los cojines aparecía una cabecita roja, apenas más grande que una manzana. Sus párpados arrugados estaban cerrados y tenía en la boca uno de sus puñitos, con los dedos crispados como por una convulsión.
Nunca había visto nada tan lindo como esta criatura, deliciosa muñeca blanca y rosada, primorosamente vestida con sedas, bordados y encajes, que le sonreía siempre que la tomaba en sus brazos. Los nueve años que lo separaban de María Teresa lo convertían en un hombre al lado de ella.
El Tritón, que había izado su vela al amanecer, desembarcaba antes de las once, y la langosta crujía purpúrea sobre las brasas, esparciendo un perfume azucarado; la olla burbujeaba, espesando su caldo con la grasa suculenta de la escòrpa; cantaba el aceite en la sartén, cubriendo la piel rosada de los salmonetes; chirriaban bajo el cuchillo los erizos y las almejas, derramando sus pulpas todavía vivas en el hervor de la cazuela.
En lugar de muestras de desconfianza y recelo, Stein recibía de los amigos del personaje enhorabuenas cumplidas y pruebas de aprecio y admiración; y él, volviendo a su natural modesto y tímido, respondía a todos con cortesías. Pero quien se estaba bañando en agua rosada era la tía María. ¿No lo decía yo? repetía sin cesar a cada uno de los presentes , ¿no lo decía yo?
En este no encontramos vestigio de gente ni indios, mas sí mucha abundancia de sal muy especial con visos de rosada. Encontraron liebres, guanacos, lobos y perdices, cochinilla silvestre, yeso, ocre y canchalagua.
Tomó el amado director agua bendita, y después de santiguarse, subió, radiante de alegría evangélica, las gradas de la plataforma; se frotó las manos y a una niña de ocho años que encontró de pie al paso, la sujetó suavemente; y mientras él miraba a la bóveda y mordía el labio inferior, oprimía contra su cuerpo la cabeza rubia, y entre los dedos de la mano estrujaba, sin lastimarla, una oreja rosada.
Su boca, abierta para respirar ansiosamente, dejaba ver la limpia y firme dentadura, la rosada sombra del paladar y de la lengua; su impaciente y rebelde cabello se salía a mechones de la gorra, como revelación traidora del sexo a que pertenecía el lindo grumete, si ya la suave comba del alto seno y las fugitivas curvas del elegante torso no lo denunciasen asaz.
Aquí se fundó Buenos Aires dijo Ojeda . Ese caserón es el palacio del Gobierno, lo que llaman «la Casa Rosada». La plaza es la de Mayo. Aquel templo griego, la catedral; ese obelisco blanco, la pirámide de la Independencia. Remontaban la cuesta algunos grupos de hombres de campo llevando a la espalda fardos de ropas. Sus mujeres marchaban junto a ellos, mirándolo todo con ojos de asombro.
En cuanto amaneció, Lita pidió a miss Mary los útiles y la lana celeste, y se puso a tejer y tejer... Otra semana más de trabajo, y quedó concluida la colcha celeste... Otra semana más, ¡y también la colcha rosada!... ¡Ya no le restaba nada que hacer, sino guardar celosamente su obra, su tesoro!...
Palabra del Dia
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