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Actualizado: 4 de junio de 2025


Todos se atreven con ella; innumerables especies se acomodan en su lomo y viven á sus expensas, llegando su descaro hasta el punto de roer su lengua. El narval, armado de traidoras defensas, las hunde en sus carnes; los delfines saltan y la muerden, y el tiburón, al vuelo, de un golpe de sierra le arranca un sangriento jirón.

Hoy encontraste ya un hueso que roer. Carmelo, un perro viejo y feo que dormita a los pies del leproso, se endereza y sacude. Don Juan Manuel sale al camino, y la hueste de mendigos se mueve tras él con un clamor de planto.

Mi anciana madre acaba de morir; he querido estar hasta el último momento a su lado para cerrarle los ojos. ¡Ah! dijo Kernok. Después, volviéndose hacia su segundo: Arregla las cuentas a ese buen hijo. Y el segundo dijo dos palabras al oído de Zeli que se llevó a Lescoët a un rincón. Hijo mío le dijo agitando una cuerda larga y estrecha , tenemos un hueso que roer juntos.

Acostumbrado a pasarse los días y las noches al sereno, en espera de la liebre, del conejo o de la perdiz; hecho a apretarse la cintura con una cuerda, a la manera de los salvajes, en las muchas ocasiones en que le faltaba un mendrugo de pan que roer, el mísero ratoncillo era dichoso cuando le tocaba cazar con gente de pro, de la que se lleva al cazadero botas henchidas de lo añejo, lacones cocidos y cigarros; ufanábase cuando le celebraban sus patrañas: las narraba cada día con mayor seriedad, convicción y tono ingenuo, y a todas las chanzas respondía invocando a Dios y a los santos de la corte celestial en apoyo de sus aseveraciones estrambóticas.

Pero como estoy ya cansado de que me echen el guante, trato de echar un guante de oro al escribano para que se le entorpezcan los dedos... y me urge... y me duele dejar á medio roer este pichón... pero os dejo... ¿Os vais? dijo Montiño poniéndose de pie. ¡Oh! ¡no! vos no tenéis nada que ver con la justicia dijo Dorotea : almorzad al menos, caballero... si no es ya que os sepa mi almuerzo mal.

Desta manera andaba tan elevado y levantado del sueño que, mi fe, la culebra o culebro, por mejor decir, no osaba roer de noche ni levantarse al arca; mas de día, mientras estaba en la iglesia o por el lugar hacía mis saltos. Los cuales daños viendo él y el poco remedio que les podía poner, andaba de noche, como digo, hecho trasgo.

La he amparado; la vi muy afligida porque se le había acabado el dinero y tenía que pasar a la sala común. ¡Roer!, ¡un hombre como yo ver esas cosas!... Al momento arreglé con el alcaide el pago del cuarto. Yo soy un hombre generoso, un caballero que sabe gastar las roías pesetas en beneficio del pobre y necesitado... Tu hermana es muy buena y muy señora.

Contaba así con una especie de plano inclinado para llegar a la reja. Subió por él deslizándose, se agarró con la mano izquierda a un barrote y con la derecha armada del cortaplumas, comenzó a roer la madera del marco. La postura no era cómoda, ni mucho menos, pero la constancia de Zalacaín no cejaba, y tras de una hora de rudo trabajo, logró arrancar el barrote de su alvéolo.

Terrosa adherencia mataba el brillo del bronce, del nácar, de la concha. ¡Muebles cuasi espectrales! Las antepuertas, los tapices y todas las colgaduras, cubiertas de telaraña, pendían con hipnótica apariencia, y el polvo aclaraba, a manera de luz, los pliegues de medio siglo. Ramiro, al entrar, oyó carreras furtivas bajo los muebles. Un taladro dejó de roer.

Ni el hambre ni el frío eran capaces de acabar en una noche sola con una vida tan dura de roer como la de Pepazos. Nadie lo dudó, y la caravana emprendió la subida de los montes sin atender otra cosa que a pisar en firme y ganar tiempo. Por misericordia de Dios, el día, aunque pardo, se presentaba relativamente sereno, y apenas chispeaba la nieve por entonces.

Palabra del Dia

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