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Actualizado: 15 de junio de 2025


Además, le pareció un digno final de su hazaña ofrecer á los enemigos, si es que le seguían, la ocasión favorable de atacarle en los muelles desiertos. El demonio de la soberbia soplaba en sus orejas: «Así verán que no les tienes miedo.» Y marchó resueltamente hacia el puerto, pasando sobre rieles de ferrocarril, contorneando los muros de largos almacenes, metiéndose entre montañas de mercancías.

Navegaba el buque como si avanzase entre algodones, sin un choque, sin el más leve balanceo. Su profunda quilla parecía resbalar sobre rieles invisibles. Las aguas, al partirse ante su vientre, eran sordas y no levantaban jaboneo de espumas. Los ojos, habituados al azul intenso del Océano, parpadeaban con cierta extrañeza ante la extensión amarilla, semejante por su color a una pradera seca.

Un día, las vagonetas, al chocar unas con otras, aplastaban á un obrero: otro día saltaban de los rieles al bajar por el plano inclinado cayendo sobre un grupo encorvado ante el trabajo, que no recelaba la muerte traidora que llegaba á sus espaldas: los barrenos estallaban inesperadamente abatiendo los hombres como si fuesen espigas; llovían pedruscos en mitad de la faena, matando instantáneamente; y por si esto no era bastante, había que contar con los navajazos á la salida de la taberna, con las riñas en la cantera, con las disputas en los días de cobro, con la feroz acometividad de aquella inmensa masa ignorante y enfurecida por la miseria, en la cual vivían confundidos los que al salir de los penales de Santoña, Valladolid ó Burgos no encontraban otro camino abierto que el de las minas de Bilbao, en las que se necesitaban brazos, y á nadie se preguntaba quién era y de dónde venía...

Los soldados procedentes del Sur corrían á sus puestos, y una nueva corriente de hombres se arrastraba por los rieles hacia París. Se mostraban alegres y deseosos de llegar pronto á los lugares de la matanza. Muchos se lamentaban creyendo presentarse con retraso. Julio, asomado á una ventanilla, escuchó los diálogos y los gritos en estos andenes impregnados de un olor picante de hombres y mulas.

Sobre la chimenea se alineaban en escala de tamaños, fragmentos pulidos de rieles y piezas de fundición, muestras flamantes del acero fabricado en los altos hornos de la casa. Un pequeño estante contenía libros ingleses, anuarios comerciales, catálogos de navegación, memorias sobre minería y metalurgia.

Los ferrocarriles, escasos y malos, son obra de extranjeros, y a ellos pertenece su propiedad; entre los rieles crece la hierba, lo que demuestra que aún sigue la santa calma de aquellos tiempos de carromatos y galeras aceleradas.

Sus fortificaciones, que en un tiempo la estrechaban, han desaparecido casi completamente para abrir campo á nuevos edificios, fábricas, almacenes y jardines, y á los rieles y trenes de los ferrocarriles.

Para llegar pronto y sin cansancio al vértice de su más venerada montaña, á la cual han dado el nombre de Washington, héroe de la independencia, la han enlazado con la red de sus ferrocarriles. Rocas y pastos están rodeados de una espiral de rieles que suben y bajan alternativamente los trenes silbando y desenrollando sus anillos como gigantescas serpientes.

Abajo, en las oficinas, estaban los hombres de la administración, con la pluma tras la oreja, llevando las complicadas cuentas de las entradas de mineral y de hulla, del acero elaborado, que se esparcía por toda España en forma de rieles, lingotes y máquinas, y de los jornales de un ejército de obreros ennegrecidos y tostados junto á los hornos.

Siempre lo mismo, siempre igual. Mi vida, cansada está de sus antiguos vuelos, y estúpida persigue la medida carrera de dos rieles paralelos. ¡Siempre igual!... Hay la misma establecida mudéz indescifrable de los cielos; la misma torpe humanidad vencida besando la cadena de sus duelos.

Palabra del Dia

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