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Actualizado: 15 de junio de 2025


Al atrevimiento de los muchachos había que añadir la cólera estrepitosa de las mujeres, que hablaban de arrojarse en fila sobre los rieles de los planos inclinados y de los ferrocarriles, impidiendo toda circulación de mineral para que se generalizase la huelga hasta la ría, y se cerrasen las fundiciones, y el puerto se llenara de buques inactivos esperando una carga que no llegaría nunca.

La luz del sol, que se iba levantando, formaba en las ondas rieles luminosos y se diría que penetraba por curiosidad en el seno transparente del agua para iluminar las grutas y los alcázares submarinos que allí se esconden. La costa europea había quedado lejos.

El amigo le había explicado que los guarda líneas recorren el trayecto de los rieles que les corresponde vigilar, para cerciorarse que ningún obstáculo amenazaba la seguridad del tren; entonces él, aprovechando un momento en que su compañero no le observaba, y sin más móvil que una perversa curiosidad del mal, había puesto sobre los rieles dos gruesas piedras, y se había quedado allí cerca hasta la llegada del tren para juzgar del espectáculo de la catástrofe.

Bueno... el casamiento ante todo; que, después, ya sabré librarme de él. Había que tragar todavía una píldora bastante gorda. Convencer a Lotario de que el viejo había reconocido su error y renunciaba a seguir el pleito. Eso anduvo como sobre rieles. Lotario se sorprendió tan poco que se olvidó de agradecérmelo... ¡En fin, qué quieren ustedes!

Escogiendo un momento favorable, apartó de la barandilla la mano del guante descosido, lo que le dio ánimos, y descendió presurosa del tranvía, en la esquina de una ancha calle, donde se cruzaban los rieles. Otros viajeros estaban también a punto de descender. Los había, al contrario, que subían. Una mujer delgada, que llevaba un gran envoltorio, impidió a Krilov la salida.

Tenían un ferrocarril directo á las minas; otro para las mercancías, que empalmaba con la vecina estación; vías para los embarcaderos, vías para comunicar unos talleres con otros: total, muchos kilómetros de rieles que se entrecruzaban en un espacio relativamente reducido.

Avanzaron por la llanura negra y rojiza, cubierta de polvo de hulla y de residuos de mineral. A cada paso tropezaban con rieles que formaban una complicada telaraña de vías férreas. Sanabre enumeraba todos los medios de comunicación que convertían el establecimiento en una red complicada, con numerosas agujas y plataformas movibles, para los cambios de vía.

Más allá del andén, extrañamente silencioso ya, resplandecía el cielo claro, de acerado azul; se extendían monótonas las interminables campiñas; los rieles señalaban como arrugas en la árida faz de la tierra. Un gran silencio pesaba sobre la estación. Quedáronse inmóviles los acompañantes, como sobrecogidos por el aturdimiento de la ausencia.

La luz de una de las lámparas, dejada exprofeso en la otra orilla por la guardiana para que se viese el grandor del depósito, oscilaba en prolongados rieles sobre la triste transparencia del lago, y remedaba, allá a lo lejos, la tea de un sicario en alguna prisión veneciana. Tal era de fantástico aquel lago, que reflejaba un cielo de granito, que la imaginación se fingía cadáveres flotando en él.

Luego volvía á reaparecer al otro lado de la colina, entre las arboledas y los sonrosados palacetes del Cap-Martin. Los rieles ondulaban luminosamente bajo el sol como dos regueros de metal líquido. Aún no había llegado el tren á este lado, pero su estrépito creciente parecía animar el paisaje.

Palabra del Dia

rigoleto

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