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Tenían un ferrocarril directo á las minas; otro para las mercancías, que empalmaba con la vecina estación; vías para los embarcaderos, vías para comunicar unos talleres con otros: total, muchos kilómetros de rieles que se entrecruzaban en un espacio relativamente reducido.

Centenares de lavanderas, ó acaso mas de mil, estaban establecidas allí, levando ropa en las orillas, entre hileras y laberintos de estacas, perchas, ranchos de forma primitiva y construcciones de piedra y madera á estilo de embarcaderos ó muelles, destinadas á favorecer todos los trabajos de aquellas pobres gentes.

Desde el día de su entrada vestía el traje clásico de las cigarreras: el mantón, el pañuelo de seda para solemnidades, la falda de percal planchada y con cola. Preludios Tardó Chinto en aclimatarse: mucho tiempo pasó echando de menos la aldea. Dos cosas ayudaron a distraer su morriña: un amolador, que se situaba bajo los soportales de la calle de Embarcaderos, y el mar.

Partían de los muelles escarchados y brumosos del Báltico; de los puertos ingleses negros de hulla, en cuyo ambiente grasoso flota un perfume de y tabaco con opio; de las costas de Francia oceánica, que oponen sus bancos vivos de mariscos y los pinares de sus landas a los asaltos del fiero golfo de Gascuña; de las bahías de España, copas de tranquilo azul, en las que trenzan sus aleteos las gaviotas asustadas por el chirrido de una grúa o el mugido de una sirena; de las escalas del Mediterráneo, adormecidas bajo el sol; ciudades blancas con la alba crudeza de la cal o la suavidad aristocrática del mármol; ciudades que huelen en sus embarcaderos a hortalizas marchitas y frutos sazonados, y envían hasta los buques, con el viento de tierra, la respiración nupcial del naranjo, el incienso del almendro, rasgueos briosos de guitarra ibérica, gozoso repiqueteo de tamboril provenzal, arpegios lánguidos de mandolina italiana.

La luz de la barca comenzó a trazar en la obscuridad el contorno de una casa ancha y de techo bajo que parecía flotar sobre las aguas. Era el piso superior de un edificio invadido por la inundación. El piso bajo estaba sumergido; faltaba poco para que el agua llegase a las habitaciones superiores. Los balcones y ventanas podían servir de embarcaderos en aquel lago inmenso.

Parten de Paris líneas de caminos de hierro para todas las fronteras, y los embarcaderos de las estaciones son otros tantos palacios: merece especial mencion el de Estrasburgo, al cual se va por la calle del mismo nombre que desemboca en el Boulevard. Esta calle, larga y ancha, se ha abierto y construido de exprofeso, para dar frente á la magnífica estacion de la citada via férrea.