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El Gran Inquisidor de Mallorca hablaba de una visita con familiares y alguaciles a las habitaciones del comendador; pero éste, que era primo suyo, le anunció por carta su propósito de abrirle la cabeza con un mandoble de abordaje apenas avanzase un pie sobre el primer peldaño de su escalera.

Navegaba el buque como si avanzase entre algodones, sin un choque, sin el más leve balanceo. Su profunda quilla parecía resbalar sobre rieles invisibles. Las aguas, al partirse ante su vientre, eran sordas y no levantaban jaboneo de espumas. Los ojos, habituados al azul intenso del Océano, parpadeaban con cierta extrañeza ante la extensión amarilla, semejante por su color a una pradera seca.

Después sonaron los pasos de varias personas, pero agrandados por el eco, como si avanzase toda una hueste. ¿Quién va? gritó Gabriel, algo alarmado. Nosotros, hombre contestó en la sombra la voz fosca de Mariano . ¿No te dije que bajaríamos? Al entrar en el crucero les dio de lleno la luz del altar mayor. Gabriel vio con el campanero al Tato y al zapaterillo.

Los testigos del bueno de Ayvaz anduvieron yendo y viniendo, entre la calle de Granelle y la de Verneuil, sin lograr que el asunto avanzase lo debido, hasta las siete de la mañana.

Viendo la congoja pintada en su semblante, se apresuró noblemente a hacerle señas para que avanzase, ofreciéndole sitio en el banco que ocupaba.

La divertía contemplar cómo aquellos jinetes masculinos, barbudos y con cimitarra, mandados por oficiales hembras, repelían á la muchedumbre para que no avanzase hasta las puntas de sus zapatos.

Para ganar terreno solía meterse por la estancia de Rojas, atravesando una parte avanzada de dicha propiedad interpuesta entre su rancho y el lejano pueblo. Con la indiferencia de la costumbre, dejó que su caballo avanzase por un tortuoso sendero marcado apenas entre los ásperos matorrales. Al poco rato tuvo un mal encuentro.

Pero en vano esperaban algunos que avanzase una puesta, imaginándose que sólo podía jugar cantidades enormes. Sus ojos parecían ver detrás de él, y apenas la duquesa de Delille abandonaba su asiento para trasladarse á otra mesa, el príncipe le salía al paso con la mano tendida y una sonrisa juvenil.

Los mismos que ostenten como un título de gloria su incredulidad absoluta, se indignarán si alguien tiene la audacia de poner en duda tu rectitud. Y si incurres en errores que cuestan la vida ó la libertad á los hombres, la mayoría disimulará tu horrible equivocación, apelando al «carácter sagrado de la cosa juzgada». El Todopoderoso hizo señal para que avanzase un segundo muchacho.