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¿Y cómo pongo yo esto en la pera? dijo Montiño, cuya voz aterrada por el miedo, apenas se oía. Introducid el veneno con la punta de un cuchillo. Montiño se dominó, tomó la pera, y con un cuchillo la hizo una hendedura. Luego, con una agonía infinita, llorando, rezando, estremeciéndose todo, tomó de aquellos polvos con la punta del cuchillo, é introdujo otra vez la punta en la hendedura.

Llegamos a la falda del puerto: el ermitaño rezando el rosario en una carga de leña hecha bolas, de manera que, a cada Avemaría, sonaba un cabe; el soldado iba comparando las peñas a los castillos que había visto, y mirando cuál lugar era fuerte y adónde se había de plantar la artillería. En estas y otras conversaciones llegamos a Cerecedilla.

El señor Samdai tenía que hablarle, para lo cual era preciso que se fuese mi hombre al Matadero por la noche, que estuviese allí quemando ilcienso, y rezando en medio de los despojos de reses y charcos de sangre, hasta las doce en punto, hora invariable de la entrevista.

Tenía su puesto fijo en el banco de la Junta de Fábrica, y allí iban a buscarlo los que, necesitando con urgencia su auxilio, no reparaban en que estaba oyendo la décima misa y rezando el centésimo rosario. Don Manuel murmuraba el pedigüeño con voz misteriosa y arrodillándose cerca del Banco , necesito al momento seis mil reales.

Paciencia no le faltaba al pobre hombre, que en aquella situación inclinó con ardor su espíritu hacia la contemplación religiosa, y se pasaba parte de las solitarias horas rezando.

Cuanto venía de fuera significaba llamamiento a la renovación y la vida; mientras allí dentro la inacción y el silencio parecían ir allanando su camino a la muerte. Marcelo seguía rezando.

Desde ayer estoy en este pueblo con Cecilia y Eugenia; el tiempo es magnífico; he querido venir a gozar de una hermosa mañana de primavera, y lo he conseguido por completo. Hoy, desde que me he levantado, he estado en mi jardín por espacio de más de tres horas leyendo, rezando, reflexionando y dando gracias a Dios por sus beneficios, que procuro aprovechar tan bien como es posible.

El primero que rompió el silencio fué Rumblar, diciendo: Todo eso está muy bien dicho. ¿Creeréis que hace días me ocurrió una idea parecida cuando estaba cazando moscas y poniéndoles rabos en cierta parte, para que al volar hicieran reír a mis dos hermanas, que estaban rezando? Sólo que yo no sabía cómo decir aquello que pensaba.

El cocinero, que hacía ya mucho tiempo no era otra cosa que una máquina que se movía á voluntad de la potencia que tenía al lado, se levantó y dió á correr, temblando, llorando y rezando, todo á un tiempo. El padre Aliaga, levantándose los hábitos, asido del brazo de Montiño, corría también. ¿Y quién es la persona á quien mata el tío Manolillo? dijo el padre Aliaga.

Pero como no me gusta la comedia que estamos representando aquí bajo, chicheo en algunas escenas. Ya te mostraré yo remedio a todo. Rezando, implorando el favor divino, no queda en el pensamiento espacio a la impiedad. ¡Cuántas oraciones resultarán impías a los ojos de Dios! ¡Con qué frecuencia se confundirán en la plegaria del devoto la esperanza del beneficio propio y la avidez del mal ajeno!