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Un tono bajo, reposado y muy sonable, que hacía resonar la iglesia donde rezaba, un rostro humilde y devoto, que con muy buen continente ponía, cuando rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende desto, tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos.

Recibiéronle criados y familiares; hízosele esperar a que Su Ilustrísima terminara la misa que cotidianamente rezaba, y entráronle, atravesando pasillos y corredores, en una habitación cuyo aspecto parecía pedir señores de casacón y damas con faldas de medio paso. Cuanto había en ella olía a siglo pasado.

Pedía al cielo por su marido el alemán, que tal vez á aquellas horas empleaba todas sus facultades de energúmeno en la mejor organización del aplastamiento de los débiles; rezaba por sus hijos, oficiales del rey de Prusia, que revólver en mano entraban en pueblos y granjas, llevando ante ellos á la muchedumbre despavorida, dejando á sus espaldas el incendio y la muerte. ¡Y estas oraciones iban á confundirse con las de las madres que rogaban por la juventud encargada de contener á los bárbaros, con los ruegos de aquellos hombres graves y rígidos en su trágico dolor!...

Mi señor D. Alonso contestó a las últimas palabras de su mujer; y cuando ésta salió, observé que el pobre anciano rezaba con tanta piedad como en la cámara del Santa Ana la noche de nuestra separación. Desde aquel día, el Sr. de Cisniega no hizo más que rezar, y rezando se pasó el resto de su vida, hasta que se embarcó en la nave que no vuelve más.

Cuando entre en ella y cierre tras la puerta y se vea otra vez solo, lanzará un suspiro y pensará que hoy se le ha disipado una esperanza. Azorín ha recibido hoy una carta; la fecha decía: Petrel; la firma rezaba: Tu infortunado tío, Pascual Verdú. ¡Pascual Verdú! Azorín, de lo hondo de su memoria, ha visto surgir la figura de su tío Verdú.

En todas las imágines decía que rezaba cada noche por sus bienhechores; contaba ciento y tantos santos abogados suyos, y en verdad que había menester todas estas ayudas para desquitarse de lo que pecaba. Acostábase en un aposento encima del de mi amo, y rezaba más oraciones que un ciego. Entraba por el Justo Juez y acababa en el Conquibules, que ella decía, y en la Salve Rehína.

Has llegado tarde al rosario dijo doña María a D. Diego después que me indicó un asiento. ¿Pero no dije a usted respondió el joven que lo rezaba esta tarde en el Carmen Calzado? De allí vengo ahora, junto con Gabriel, que volvía de confesarse con el padre Pedro Advíncula. ¡Qué excelente sujeto es el padre Pedro Advíncula! me dijo en tono sumamente ponderativo doña María.

La casa de Dios se convertía en establo guardador de la fortuna de sus adeptos. El cura, en un rincón, rezaba con las mujeres, siendo cortadas sus oraciones por chillidos de angustia y llantos de niños, mientras en los tejados y la torre los escopeteros exploraban el horizonte, hasta que llegaba noticia de que las aves de rapiña del mar se habían alejado.

Todo el mundo rezaba... El humo de los cirios y ese olor humano y acre de gente aglomerada en espacio cerrado, viciaban la atmósfera. Delante, y a la derecha del altar mayor, había otro portátil que sustentaba una Virgen de túnica blanca y manto azul, figurando salir de una gruta hecha, como peñasco de nacimiento, con corcho y cartón piedra. Este era el punto más luminoso del templo.

Y quiso rezar como mil veces había oído a su pobre vieja. «Padre nuestro que estás...» Rezaba mentalmente, pero sin darse cuenta de ello, su lengua se movió y dijo con una voz tan ronca que le pareció de otro: ¡Cochinos! ¡ladrones! ¡Me abandonan! Se hundía otra vez: desapareció pugnando en vano por sostenerse.