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Actualizado: 20 de junio de 2025


No cursaban todos el mismo año, y aunque se reunían en la cátedra de Camús, separábanse en la de Derecho Romano: el chico de Santa Cruz era discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado.

Spadoni escuchaba las cosas de la guerra lo mismo que si le hablasen de fábulas lejanas. El estaba por la realidad, é interrumpía al coronel para contarle cosas más interesantes. Ahora despreciaba al Casino, para frecuentar el Sporting-Club, donde se reunían los jugadores más audaces, empleando con preferencia fichas de cinco mil trancos.

En pocos momentos, todo el mundo se puso de pie. Los jefes de los destacamentos reunían a sus soldados; unos se dirigían al cobertizo, donde se distribuían los cartuchos; otros llenaban las calabazas de aguardiente en el barril; todo se hacía con orden, con el jefe al frente; luego cada pelotón se alejaba, a la débil claridad del amanecer, hacia los parapetos, por ambos lados de la ladera.

Recordaba con pavor ciertas historias de la huerta oídas en la fábrica: el miedo de las jóvenes á Pimentó y otros jaques de los que se reunían en casa de Copa: desalmados que, aprovechándose de la obscuridad, empujaban á las muchachas solas al fondo de las regaderas en seco ó las hacían caer detrás de los pajares.

Los domingos, después de la misa, los aldeanos endomingados, con la chaqueta al hombro, se reunían en la sidrería y en el juego de pelota; las mujeres iban a la iglesia, con un capuchón negro, que rodeaba su cabeza. Catalina cantaba en el coro y Martín la oía, como en la infancia, cuando en la iglesia de Urbia entonaba el Aleluya.

El viejo Hellinger palideció y su mujer se puso a gritar y sollozar: se aferraba al brazo del doctor y quería saber lo que había sucedido, pero éste no decía una palabra más. Así subieron los tres la escalera que conducía al cuarto de Olga, mientras que en el vestíbulo los sirvientes se reunían y los contemplaban curiosamente con los ojos muy abiertos.

D. Leandro, por su parte, sacando del bolsillo la flauta hecha pedazos, y uniéndolos después con esmero, y templándola con pausa, principiaba a atormentar a Rossini y Mercadante, aunque más tímidamente y confesando su indignidad. Los chicos se reunían en torno de uno o de otro, según sus aficiones; pero los más preferían los ejercicios gimnásticos del capellán.

Evitaba presentarse en la plaza Nueva, donde se reunían en grupos los huelguistas de la ciudad, inmóviles, silenciosos, siguiendo con miradas de odio a los señores que intencionadamente pasaban por allí con la cabeza alta y una expresión de reto en los ojos. Montenegro dejó de pensar en la huelga, atraído por otros asuntos de mayor interés.

Otras noches a la de D. Juan Estrada-Rosa a lo mismo. A las doce al Casino, donde se reunían unos cuantos trasnochadores y jugaban al monte o la lotería un rato. Por último, a las dos o las tres de la madrugada Jaime Moro caía en su lecho rendido de tan laboriosísima jornada, para comenzar al día siguiente otra enteramente igual. Ni se piense que era un joven codicioso. Nada de eso.

Hacía la vida del hombre de mundo; entraba en las casas más aristocráticas de la corte; trataba familiarmente a la mayoría de los personajes de la banca y la política; era socio antiguo del Club de los Salvajes, donde se placa en bromear todas las noches con los jóvenes aristócratas que allí se reunían, quienes le trataban con harta confianza que no pocas veces degeneraba en grosería.

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