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Actualizado: 20 de junio de 2025


A veces el hombre, á pesar de su debilidad, ha querido imitar á la montaña, con el único fin de aplastar al prójimo. Especialmente en los desfiladeros, en los sitios en que al estrecho alfoz dominan tajos escarpados, era donde se reunían los montañeses para hacer rodar los peñascos sobre las cabezas de sus enemigos.

El, periódico lo arreglaría todo. ¡Ay del que se rebelara contra las reclamaciones de la prensa! En el estanquillo de doña Rafaela, de la calle de San Florencio, donde se reunían algunas honradas matronas de la vecindad con las cuales gustaba conversar algún rato, entregado a los palillos, también le hablaron del Faro. Allí se fijaban preferentemente en el folletín.

Varias jóvenes solteras, a quienes el tiempo y los desengaños habían hecho más reflexivas, algunas señoras casadas en las cuales sus maridos no habían podido extinguir la sed de lo infinito, y tal que otra viuda necesitada de consuelos, se reunían todas las noches en torno de media docena de presbíteros, formando un grupo interesante y conmovedor.

Por las noches continuaba escribiendo con furor, porque nada hacía yo a medias. Me parecía a veces tal era el cúmulo de ilusiones que se reunían en mi cabeza, que estaba a punto de dar a luz alguna obra maestra. Obedecía a una fuerza ajena a mi voluntad como todas las que me poseían.

Un griego que había sido simple marinero en sus mocedades tronaba allí como un personaje de epopeya, admirado por las damas en traje de baile y los graves señores puestos de frac que se reunían en este círculo aristocrático. Había aprendido á leer y escribir siendo ya maduro, pero poseía una fortuna enorme. La noche anterior, en cuatro horas de talla, había ganado un millón doscientos mil francos.

Verdad es que trabajaban de firme, porque el venerable abad Fray Diego de Berguén era tan severo con todos ellos como consigo mismo, que es mucho decir, y en su convento no se toleraban holgazanes. Mientras se reunían frailes y novicios el abad, cruzadas las manos y preocupado el semblante, recorría de extremo á extremo la gran sala del monasterio destinada á los actos solemnes.

En efecto, se dirigían todos á la antigua casa de Cpn. Tiago: ¡allí se reunían en busca de un baile para danzar por el aire! Basilio se rió al ver las parejas de la Guardia Veterana que hacían el servicio. Por su número se podía adivinar la importancia de la fiesta y de los invitados.

Ejercía una autoridad indiscutida en aquella parte del buque donde se reunían sus compañeras, y que las graves damas de a bordo llamaban en voz baja «el rincón de las cocotas». Las amigas la oían como un oráculo cuando solicitaban el apoyo de su experiencia. Todas ellas conocían sus viajes por gran parte del globo, sus audaces travesías en el corazón de América como artista cantante.

Su pobreza ansiaba vengarse en esta noche extraordinaria, y todos ellos vociferaban dirigiéndose a los cafés llenos de gente acomodada, a los clubs donde se reunían los señoritos: ¡Aquí están los macarenos! ¡Que vengan toos a ver lo mejó der mundo! ¡Viva la Virgen!

La sombra de la Residencia madre, de aquel edificio semejante a un cuartel, en el que se reunían los comisionados del jesuitismo, llegando de todos los puntos de la tierra, cuando había que elegir un nuevo General de la Orden, parecía proyectar su sombra sobre el valle y las montañas, formando los pobladores á su imagen.

Palabra del Dia

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