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Actualizado: 20 de junio de 2025
Se parecen mucho, sí, las obras de la fuerza a las de la paciencia. Hombres negros, que parecían el carbón humanado, se reunían en torno a los objetos de fuego que salían de las fraguas, y cogiéndolos con aquella prolongación incandescente de los dedos a quien llaman tenazas, los trabajaban. ¡Extraña escultura la que tiene por genio al fuego y por cincel al martillo!
Don Diego la miraba con complacencia cuando estrechaba entre sus brazos a aquel pequeño gnomo bronceado. Y se regocijaba al observar que la mueca hereditaria de los Villanera no daba miedo a su mujer. Todas las noches, a las nueve, los señores y los criados se reunían en el salón para rezar en común. La vieja condesa se mostraba muy apegada a esta costumbre religiosa y aristocrática.
Su indulgencia por las debilidades por que ella también había pasado, su buen humor, sus buenos consejos, y su situación de familia y de fortuna, valíanle, a pesar de los recuerdos todavía vivos de su juventud, la simpatía general. Su salón era muy buscado; allí se reunían los hombres más distinguidos en la política, la literatura y las artes.
Muchos de los que allí se reunían eran sus parientes, algunos habían parlado y chanceado con ella en los locutorios de la Encarnación y de San José; otros, más ancianos, la conocieron muchacha, con harto amor a las galas y a los olores y poniendo motes a los galanes.
Un acreditado historiador de la Iglesia nos dice que los lugares donde se reunian los primeros cristianos parecian mas escuelas públicas que templos. Adriano, tolerante con la ley de Cristo desde que leyó la apología de S. Cuadrato, permitió á sus adeptos la construccion de ciertos templos, que llevaban el nombre de Adrianéos, y cuya forma era próximamente la de las basílicas paganas.
Salió, pues, ya entrada la noche, dejando á Pascuala el encargo de no apartarse de Clara; y recordando que su tío había hablado de no volver á casa de las Porreñas hasta después de tres días, pensó dirigirse á La Fontana ó á casa del abate. Fué á La Fontana: entró en el cuarto interior, donde se reunían confidencialmente los principales políticos del club, y no lo encontró.
En tanto que yo conversaba con la enferma, en el corredor más lejano se reunían los discípulos: veinte o treinta niñitos de las principales familias de Villaverde; un coro de querubines traviesos y mimados. Pronto resonaba en el patio el rumor alegre del estudio. La buena señora daba lección a cada niño, y luego se ponía al trabajo en una mesa larga y angosta.
Una numerosa muchedumbre hervía en los alrededores mirando envidiosa á los que entraban, á los que llegaban temprano temerosos de perder sus asientos: risas, murmullos, espectacion saludaban á los recien venidos, que desconsolados, se reunían con los curiosos y, ya que no podían entrar, se contentaban con ver á los que entraban.
El niño recordó entonces escenas análogas, pero cuyo teatro era la cocina de los Pazos, y las víctimas su madre y él: el señorito tenía entonces la misma cara, idéntico tono de voz. Y en medio de la confusión de su tierno cerebro, de los terrores que se reunían para apocarlo, una idea, superior a todas, se levantó triunfante.
Esta impresión desvanecíase al volver Isidro por la noche a los cafés inmediatos a la Universidad, donde se reunían las alegres tertulias de estudiantes, arrullados por los conciertos de piano y cornetín. La vida es alegre decía sentenciosamente . Hay que dar a la vida un sentido helénico.
Palabra del Dia
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