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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Explicó su estancia en un pueblo, con el batallón metido en una iglesia, sin poder moverse por estar los caminos intransitables por la nieve, no comiendo más que habichuelas y teniendo por retrete un confesionario, y dió tales detalles, que todo el mundo reía a carcajadas.
Nosotros pensamos dijo D. Nemesio que usted había perdido el tren en Baeza. Que se había usted quedado en el retrete añadí yo. Y comprendiendo que su situación debía ser muy fastidiosa siguió D. Nemesio. Y que le vendría muy bien que su maleta no fuese a dar a Sevilla dije yo.
Apaciguólo Cador todo por medio de una moza de retrete de palacio, á quien habia hecho un chiquillo, la qual tenia mucho influxo con el colegio de los magos, y no empaláron á nadie; cosa que la murmuráron muchos doctores, y por ello pronosticáron la próxîma decadencia de Babilonia. Decia Zadig: ¿En qué se cifra la felicidad?
Sin embargo, yo no apercibía en la casa ninguna animación extraordinaria, ningún signo de desorden ó de alarma. Subí la escalera precipitadamente y atravesaba el retrete que comunicaba con el cuarto de mi madre, cuando la puerta se abrió lentamente: mi padre apareció en ella. Me detuve delante de él; estaba muy pálido y sus labios temblaban. Máximo me dijo sin mirarme, tu madre te llama.
Lleváron al punto á Candido á un retrete de verdura, ornado de una muy bonita colunata de mármol verde y color de oro, y de enjaulados donde habia encerrados papagayos, páxaros-moscas, colibríes, gallinas de Guinea, y otros páxaros raros.
Inclinose con gran acatamiento cuando hubo llegado a la mampara, y luego esta se abrió y se cerró, desapareciendo el familiar, con lo cual doña Guiomar se volvió presurosa, y sin miedo a los duendes, por la milagrosa medalla que llevaba al cuello, a su retrete, donde, como se ha dicho, y en un cuarto que a él daba, había dejado encerrado al su desconocido amante, que la tenía tan sin vida.
Un banco de arena nos sirvió de retrete por veinticuatro horas, en cuyo período tuvimos una larga conferencia con el illustrísimo señor Córdova, personage instruido y muy amable, sobre el lamentable estado de la provincia de Moxos, indicándole yo los medios que me parecian as conducentes á la refría de abusos de todo género, que iban diariamente en auento.
Llevóle la afligida señora á un retrete bien aromado, y le obligó con mucha cortesía á sentarse en un muelle sofá, donde estaban las piernas cruzadas uno enfrente de otro. Hablaba la dama con los ojos baxos; de quando en quando se le iban las lágrimas, y quando los levantaba, siempre topaba con las miradas del cuerdo Memnon.
En un retrete inmediato estaban todavía las cuerdas de las campanas; una, más delgada que las otras, movía la campana clara y sonora, que llamaba los fieles a misa; otra hacía vibrar el bronce retumbante y melodioso, como una banda de música militar; grave, aunque animada, en compañía de sus acólitas, menos estrepitosas, anunciaba las grandes festividades cristianas.
¡Tu marido! ve, Catalina, evítame un desastre; el conde es orgulloso y yo estoy desarmado. ¡Desarmado! ¡desarmado no! en aquel retrete hay armas de todas clases, blancas, de fuego... ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Espera, Josefina, espera... y tú espera también... Yo te juro que, á pesar de todos los condes y de todos los maridos del mundo, no te me escaparás, no huirás de mi.
Palabra del Dia
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