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Actualizado: 13 de junio de 2025


Una ventana se abre en lo alto de la torre, sobre la cabeza del hidalgo, y asoma la figura grotesca de una vieja en camisa, con un candil en la mano. El Caballero se ha cubierto los ojos con la mano, y de esta suerte espera a que la vieja se retire de la ventana. El caballo piafa ante el portón, y Don Juan Manuel no descabalga hasta que siente rechinar el cerrojo.

El P. Gil quiso retirar la mano suavemente, pero la devota se la apretó con más fuerza. No... no me retire usted esta mano, padre... esta mano que tantas veces me ha absuelto de mis pecados, y que ahora ¡ay! no podrá absolverme ni sacarme del abismo en que he caído...

Durante algunos minutos vacilé; dudé si debía desentrañar el misterio que guardaba aquel cofrecillo, o si prefería la duda a la verdad. Tres veces extendí mi mano hacia el cofrecillo, y tres veces la retiré. Pero por terrible que sea la verdad es preferible a la duda. Me apoderé al fin del cofrecillo, le puse sobre la mesa y le abrí. Al abrirle mi corazón no latía.

Los cuatro desalmados rugieron con ira; pero el militar parecía resuelto á defender á Elías hasta el último trance. "Apartaos dijo. Este hombre está loco. ¿No conocéis que está loco? Que retire esas palabras dijo riendo siempre Calleja, que aun en la embriaguez blasonaba de usar con propiedad las formulas parlamentarias. ¿Qué rítire ni ritire?

Indignábase ante la calma con que hablaban los médicos de la posibilidad de que Gallardo quedase inútil para el toreo. Eso no puede ser. ¿Ustedes creen lógico que Juan viva y no toree?... ¿Quién ocuparía su puesto? ¡Que no puede ser digo! El primer hombre del mundo... ¡y quieren que se retire! Pasó la noche en vela con los individuos de la cuadrilla y el cuñado de Gallardo.

Y expresándose así, con ínfulas y asperezas de dómine, Ballester le quitó de las manos a su subalterno lo que entre ellas tenía. «Pero ¿qué demonios ha echado usted aquí? dijo luego con enojo, llevándose el potingue a la nariz . O esto es valeriana o no lo que me pesco. ¡Cuando digo...! Hoy está usted muy malo. Más vale que se retire a su casa. Yo me las arreglo mejor solo.

EL JUDÍO. ¿No es más que eso? Adiós, joven. BLASILLO. Una palabra, no se retire tan pronto. EL JUDÍO. Hable, pero sea breve. BLASILLO. Aquí en la calle no puedo; déjeme entrar en su casa, y entonces... EL JUDÍO. ¡Que el anillo de Salomón te sirva de collar! ¡Vete! BLASILLO. Puesto que usted se niega, voy a intentar un último medio.

Por este viento nada tenía que observar, pues bien a la vista estaba la montaña que corría paralela a la casa asombrándola con su mole. Había, pues, que buscar por el Norte del «solar de mis mayores» la perspectiva del valle entero, que le parecía a Chisco «punto menos que la gloria». Con este propósito me retiré de la solana de mi aposento, y salí al comedor.

No me mande usted que me retire, papá, se lo suplico; se engaña usted si cree que no estoy buena. ¡Ojalá estuviese siempre como hoy! Efectivamente, Magdalena, en medio de su excitación nerviosa, estaba encantadora, y todos a su alrededor lo repetían.

Guzmán resuelve servir á su Rey en el destierro, ofreciendo contra los africanos sus servicios á Almanzor, Príncipe moro que sitia á la sazón á Algeciras, con la condición de que levante el cerco y retire sus tropas del territorio cristiano. El infante Don Enrique se refugia un día en la casa de Guzmán para evitar la cólera del Rey y huir después á Portugal.

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