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Siempre han existido descontentos de la organización social; siempre los que no tienen mirarán con odio á los que poseen. Pero después de las guerras la falta de concordia social aún era más violenta. La envidia que siente el de abajo resultaba más amarga. Como los pobres habían sido soldados á la fuerza, se consideraban con nuevos derechos á poseerlo todo.

¡Y Luz, en cambio, con haberle tratado tanto, ignoraba todavía cómo se llamaba él!... Se atrevió a preguntárselo. Me llamo Ángel respondió el mozo. ¡Ángel! Por arcángel le había tomado ella muchas veces al contemplarle en su imaginado paraíso guardándole las puertas. ¿Qué venía a suponer esa leve discrepancia de jerarquías? Siempre resultaba el mismo «guardián». Pero ¿dónde la había conocido?

Esta sagacidad y este conocimiento del corazón humano llegaban en Salabert a pecar de excesivos; esto es, se pasaba de listo en ocasiones. En su trato con los hombres, mirándoles siempre del lado de los intereses materiales, había llegado a formarse tan triste idea de ellos, que resultaba monstruosa y le expuso a serios percances.

Elena acogió estas palabras con una sonrisa. ¡Pobre hombre! ¡Y aún decían que era un bandido!... Para ella resultaba en aquellos momentos el varón más interesante del país, el único caballero que se atrevía á hacer frente al populacho ofreciéndola su apoyo.

Granate era el hombre de los disparates lingüísticos. No tenía conocimiento de la forma verdadera de una gran parte de las palabras; las modificaba de modo que resultaba muy cómico. Sin duda dependía de falta de oído, dado que hacía ya algunos años que había regresado de América y trataba con personas cultas. Sus bárbaros atentados contra el idioma eran proverbiales en Lancia.

En realidad sólo podía ser vista por dos de los cuatro policías de la Presa que había colocado don Roque cerca de la casa, para evitar que se reuniesen grupos, como el día anterior. La gente parecía haber olvidado por el momento la antigua vivienda de Pirovani. Nadie se detenía ante ella y resultaba inútil la precaución del comisario.

El carácter de Ferragut renació en él con toda la fuerza de un argumento decisivo. Si el viaje resultaba absurdo y peligroso... ¡mejor! ¡mucho mejor! Bastaba esto para que lo emprendiese. Era un hombre, y no debía conocer el miedo. Durante dos semanas preparó su fuga. Nunca había hecho un viaje importante. Sólo una vez había acompañado á su padre en una rápida excursión de negocios á Marsella.

La dama estaba peinada con el pelo hecho dos grandes ondas, muy alisadas, y tenía las facciones parecidísimas a la retratada en el otro lienzo; pero resultaba la belleza de la primera más completa y armónica. A pesar de esta diferencia, se parecían tanto, que era fácil adivinar su parentesco. Debían ser madre e hija, a juzgar por la edad que representaba cada una y por la diferencia de los trajes.

Antes sucedia que por el misterio del geroglífico, querian explicar las figuras del mismo geroglífico, de donde resultaba que no conocian ni las figuras, ni el misterio, ni modo ni esencia, ni cuerpo ni alma, ni criatura ni criador. Partian de lo que ignoraban, para llegar á lo que no sabian.

Un grupo de ricos parisienses, en su mayor parte banqueros judíos, cubría en aquel momento de hoteles particulares la llanura de Monceau en torno del parque. La princesa Lubimoff se hizo construir en este barrio un palacio enorme, con un jardín que resultaba inaudito por sus proporciones dentro de una ciudad.