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Actualizado: 19 de junio de 2025


La primera visita de Pedro fue para la señora de Aymaret, qué también habitaba por aquellas cercanías, parque Monceau: había prevenido de antemano a la vizcondesa, quien lo esperaba con cierta desazón, porque durante la ausencia del marqués, ni éste le había escrito ni ella se atrevió tampoco a hacerlo, no pudiendo olvidar que ella fue quien lo alentó en sus desdichados propósitos acerca de la señorita de Sardonne, que ella había sido su oficiosa mensajera para con aquella joven, que ella contribuyó en no escasa parte a la humillación que Pedro soportara, humillación que venía a hacer más punzante el efectuado enlace de Beatriz con Fabrice; por todas estas razones temió una escena de despecho, quizás de cólera y reproches, pero, por ventura de la interesante dama, su temor se hubo de disipar, por cuanto el marqués se presentó ante ella un poco pálido, es verdad, pero tranquilo, cortés y aun sonriente.

Son cerca de las nueve, y no se ha presentado todavía. Puede ser que en la casa de mi señor hermano, que tenía costumbres polacas, cultivaran el hábito de quedarse en la cama hasta las doce ¡pero en una casa bien manejada como la mía, no habría que pensar en eso, Adalberto! Yo sabré poner orden. No comprendo, mi querida Enriqueta, por qué me diriges los reproches que son para tu sobrina.

Has logrado la fama a que aspirabas, sin duda; pero en la miseria del destierro, en la obscuridad de la vida privada, no cambiarían tus proscriptos una sola hora de sus ocios por las que te da tu celebridad espantosa; por las punzadas que de todas partes recibes; por los reproches que te haces a ti mismo de haber hecho tanto mal inútilmente.

Por lo demás, es falso á todas luces presentar los horrores, á ella debidos, como únicos y sin ejemplo en la historia. No hay parte alguna de la tierra libre de los estragos del fanatismo religioso y de la superstición, ni nación que en este punto pueda echar nada en cara á las demás, ni secta que se exima de reproches semejantes cuando ha tenido poder suficiente para hacerlo.

Pero, con el transcurso del tiempo, el semblante del doctor fue acusando cada vez más severidad y llegose a notar que su mal humor solía desahogarse, deshaciéndose en reproches sobre Amaury. No pocas veces alcanzaba el chubasco a Magdalena, a aquella hija adorada, a la cual había prodigado a raudales un amor del que sólo parecía susceptible un corazón materno.

No era amada y partió para el otro mundo sin gran cortejo de simpatías. Yo volví del entierro, haciendo esfuerzos para sentir un poco de tristeza, pero no pude conseguirlo. Por grandes que fueran los reproches de mi conciencia, un sentimiento de libertad se agitaba en mi cabeza y en mi corazón.

¿Cómo era posible que Zakunine se dejara dirigir tales reproches? ¿Sus correligionarios le acusaban sin razón, o en realidad su celo se había entibiado? ¿Y en tal caso, cómo y por qué aquel obstinado rebelde había podido apartarse del propósito de su vida?

Sospechas, reproches, escenas violentas; ¿es así como comprende usted el amor? me preguntó. Si piensa usted ser un marido escamón y tiránico, es tiempo aún de decirlo. Y si usted ha de ser una mujer inconsiderada y ligera, que da lo mejor de misma al primero que se presenta...

Unos ratos sus reflexiones semejaban examen de conciencia: mentalmente se hacía reproches por haber dado oídos al amor; otros momentos parecía complacerse en los recuerdos que su memoria iba evocando... En verdad que las galanterías de Juan habían sido de extraordinaria delicadeza: fue el único que, al dirigirse a ella, no tuvo en cuenta exclusivamente su belleza: no cabía duda de que le parecía, no hermosa, sino hermosísima; pero jamás se lo expresó con osadía ni se permitió atrevimientos de mal gusto... algún beso, eso ; pero un beso casi respetuoso.

Es decir, que dejaba usted una puerta abierta a su impaciencia y a su indiferencia seca y cruel... ¿Cree usted, Luciana, que me es fácil perdonar eso? ¿Será posible? Luciana respondió en tono resuelto. ¡No!... Aunque me perdonase usted, no podría olvidar... Y yo tampoco olvidaría mi falta ni la dureza de sus reproches.

Palabra del Dia

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