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Salió, pues, confiado del corredor, pero al pasar por el vestíbulo salía el anciano poeta del guardarropa donde acababa de ponerse el abrigo. Se encontraron de frente. Tristán tuvo un instante de vacilación. Al cabo bajó los ojos y trató de ganar la puerta sin saludar. Rojas no le dejó: Buenas noches, Aldama. ¿Por qué no quiere usted saludarme? ¿Teme usted los reproches de su víctima?

Me parecía que iba a cometer un parricidio. A mis primeras palabras, su cara risueña y cordial se contrajo y tomó una expresión que nunca olvidaré, en la que se leían la sorpresa, la pena y muchos reproches. Me escuchó en silencio, dejándome enredarme en mis frases y sin ayudarme con una palabra en mi penoso discurso.

La desgracia es mucho mayor si no amamos a los seres con quienes vivimos; son dos suplicios, y el primero no es el más cruel comparado con el segundo. Me era necesario sufrir las quejas, el mal humor y hasta los reproches del conde de Pópoli, porque de todo me acusaba, hasta de la miseria que no había conocido, y que en breve llegó a aumentar mis dolores.

No quisiste hacer caso de sus indicaciones y brusqueaste su resistencia. ¡Muy bien!... Te has portado como un caballero. Cuando estaba más ensimismado, formulando mentalmente estos reproches, oyó una voz de mujer junto a él y vio que un bulto se interponía entre sus ojos medio cerrados y las estrellas del cielo movible extendido sobre el borde de la baranda y el filo del techo.

La que había escrito aquellas líneas tan mesuradas, tan finamente irónicas, parecía bien determinada a persistir en su resolución; ni un arrebato que revelase cólera de celos, ni reproches exigiendo explicaciones, ni emplazamientos de ninguna clase. Evidentemente no le despedía con la secreta esperanza de atraerlo. Estaba sorprendido, y no comprendía aquel carácter de mujer.

No había leído el sobre de la carta, que guardó azorado en el bolsillo. Pero no necesitaba leer nada. Estaba seguro; era de Serafina. En efecto; en el café de la Oliva leyó aquel pliego, en que la Gorgheggi se le quejaba como una Dido muy versada en el estilo epistolar. ¡Qué elocuencia en los reproches! Toda aquella prosa le llegó al alma.

"Decididamente Julio nos ha olvidado. ¿Diré a Camucha que le escriba? "14 de mayo. "Finalmente Julio ha vuelto. Lo hemos cargado de reproches, sobre todo Camucha. Zoraida tuvo que reprenderla por una broma bastante atrevida que le dio. Y ella lo hace de inocente, porque no se da cuenta de lo que significan ciertas cosas.

Después te quejarás de que mi discurso ha durado más de lo convenido, y te creerás con derecho para hacerme objeto de tus reproches. No temas, Felipe; me acordaré de que eres abogado. Ea, dejémonos de bromas y hablemos en serio porque el asunto es grave. ¡Muy bien! Mírame repuso Amaury, afirmando los codos sobre el lecho con seriedad afectada. ¿Qué te parece? ¿Estoy bien de este modo?

En el emparrado, Martín recibe a Gertrudis con reproches afectuosos: tiene un hambre de lobo y la cena no está servida todavía. Gertrudis se dirige apresuradamente a la cocina. Cenan en silencio. Los dos jóvenes no alzan los ojos del plato. Un calor sofocante, intolerable, pesa sobre la tierra.

Si parece que su marido no le hace mucho caso, no recurra a los celos; éstos son mal excitante, que dejan en pos de microbios de reproches y de discusiones. Tampoco sirve de nada una visible tristeza; la mujer triste pierde mucho de su encanto o impacienta a su marido. Cierto que excita a los otros; lo cual es una compensación... DORA. ¡Una compensación para las coquetas...!