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Actualizado: 4 de septiembre de 2025


Me irrito ante los absurdos de la monarquía y de la religión, no sólo en mi país, sino en todo el mundo.... Y sin embargo, he sentido lástima, profunda conmiseración ante un ser de sangre real. ¿Querrá usted creerlo...? Le vi de cerca, en una de mis correrías por Europa. No cómo la policía que vigilaba su carruaje no me repelió lejos de allí, creyendo en un posible atentado.

Extendiendo la vara de su oficio con la mano izquierda, puso la derecha sobre el hombro de una mujer joven á la que hacía avanzar, empujándola, hasta que, en el umbral de la prisión, aquella le repelió con un movimiento que indicaba dignidad natural y fuerza de carácter, y salió al aire libre como si lo hiciera por su propia voluntad.

Eran sus últimas reservas, las tropas de la desesperación. ¡Qué lástima no poder aplastarlos allí mismo, antes de que llegasen á crecer!... Vamonos, Señor dijo empujando dulcemente á su soberano . No hay que dar nada á esta canalla. Es mejor que todos perezcan. Y repelió á Eva con rudeza, ordenándole que no insistiese en su demanda presuntuosa.

Yo, por más inteligente que usted me crea, sólo puedo ser allá un ignorante. Elena hizo un movimiento de sorpresa y luego repelió altivamente la proposición. No acepto. ¡Qué locura!... ¡Qué fardo iba usted á echarse á cuestas, amigo Moreno!... Olvida usted además que yo soy una mujer casada, una señora, y la gente, al vernos juntos, haría las suposiciones más calumniosas.

Pero Ojeda repelió con mal humor el inoportuno llamamiento. Maltrana podía representarle: delegaba en él toda la majestad de su importante cargo. A la mañana siguiente le buscaron los señores de la comisión.

Freya lo contempló un momento, encontrándolo interesante, mientras el joven evitaba su mirada. Con un ademán de reina de escenario repelió el pañuelo blanco que le ofrecían para vendarse los ojos. No lo necesitaba. Las monjas se apartaron de ella para siempre. Al quedar sola, dos gendarmes comenzaron á atarla con la espalda apoyada en el poste.

Yo trabajaré si es preciso. Pero también a él le aguardaba otra sorpresa por boca de su cuñado, hombre de orden que hacía algún tiempo deseaba rendirle cuentas. Varias hipotecas pesaban sobre sus bienes desde la época en que Fernando llevaba una vida alegre, y a esto había que añadir las fuertes cantidades que adeudaba a la familia. Los viajes con Teri habían devorado mucho dinero. Ojeda quedó perplejo, como si despertase ante el montón de papeles que le presentaba el ingeniero, y lo repelió con gesto de gran señor. Nada adelantaba con examinarlos; lo que decía su cuñado debía ser cierto. El pobre hombre se excusó con humildad. Había tardado en hablar, por miedo a que Fernando se disgustase; él estaba dispuesto a todos los sacrificios; pero tenía dos hijos, Lola andaba en trámites para darle el tercero, y temía sus protestas de mujer ordenada y económica que no quiere dejarse arruinar por un hermano. El ingeniero tenía un proyecto... ¿Por qué no se casaba con una mujer rica? ¡Con su figura y su nombre! ¡Un Ojeda!...

Maltrana repelió tales elogios. Se iría cuanto antes: no deseaba más favores. ¡Ojalá pudiese en el mismo día abandonar aquella guarida de buhos!... Y volvió la espalda al señor Vicente con despectiva arrogancia, afirmando que aceptaba como un gran bien el perder de vista al beato y sus amigos. Pero al verse en la calle, toda su altivez se derrumbó de golpe.

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