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Actualizado: 17 de julio de 2025


«Es realmente lamentable decía que un diario que se precia de serio, La Mañana, publique tan pérfidas y calumniosas insinuaciones como la que aparece en el número de hoy... No tenemos por qué ocultarlo: la insidiosa inicial del «capitán P.», se refiere al capitán Pérez... ¡Más valiese haberlo nombrado!... Nosotros conocemos a este distinguido militar, con cuya amistad altamente nos honramos... Le sabemos pundonoroso y honesto... La noticia de que esté mezclado en la traición últimamente descubierta es falsa, absolutamente falsa.

Estaba él convencido de que sabía latín, y citaba a veces los autores más célebres, aplicándoles lo que estos desgraciados no pensaron nunca en decir. ¡A tales imputaciones calumniosas está expuesta la celebridad!

Salvador, muy preocupado, hablando consigo mismo, dijo en voz alta: Habrá que averiguar si eso es verdad...; muchas veces la gente levanta fantasías calumniosas...; ellos son todos algo inconscientes, psíquicos por herencia.... El mismo don Manuel murió de neurastenia renal y fué siempre exaltado delirante; pero era tan cabal en nobleza y corazón, que su enfermedad no marchitó ninguno de sus bellos sentimientos.

No es un santo añadía pero no se puede creer nada de lo que se dice de doña Obdulia y él, ni lo de él y Visitación; y en cuanto a sus relaciones con los Páez, yo que soy amigo de corazón de don Manuel, y conozco a su hija desde que era así media vara protesto contra todas esas calumniosas especies. ¿Qué especies? preguntó el Marquesito, que para eso estaba allí. ¿No lo sabes?

Estenoz, Ivonet, Surín, Lacoste, todos los llamados jefes del Partido Independiente de Color, que habían de convertirse poco después en cabecillas del movimiento armado, convencidos de que con promesas de futuras ventajas políticas no lograrían despertar el dormido entusiasmo de sus parciales, recurrieron al criminal expediente de excitarlos á la lucha, propalando las más calumniosas especies contra los blancos, y ofreciéndoles como horribles trofeos de victoria, el saqueo de nuestros hogares, la sangre de nuestros hombres y la honra de nuestras mujeres.

Hacia cinco años que era inquisidor en Córdoba el licenciado Diego Rodriguez Lucero, maestrescuela de Almeria, el cual para acreditarse de celoso ministro de la , y mas principalmente aun para saciar su monstruosa sed de sangre y su desapoderada ambicion, de tal manera afligió con sus calumniosas imputaciones y tiránicas sentencias á la gente principal de la ciudad, sin distincion de clases, edades ni sexos, y sin respeto á dignidades eclesiásticas y seculares, que fué menester que el cabildo y la ciudad unidos clamasen contra sus bárbaros atropellos pidiendo justicia á S. S. y proteccion á los reyes, príncipes, grandes, iglesias y prelados.

Yo, por más inteligente que usted me crea, sólo puedo ser allá un ignorante. Elena hizo un movimiento de sorpresa y luego repelió altivamente la proposición. No acepto. ¡Qué locura!... ¡Qué fardo iba usted á echarse á cuestas, amigo Moreno!... Olvida usted además que yo soy una mujer casada, una señora, y la gente, al vernos juntos, haría las suposiciones más calumniosas.

Enfurécese sobremanera por esta causa Pedro, hijo de Don Alonso de Guzmán, y mancebo de unos catorce años; pero su padre, siempre leal, no exhala la menor queja, protestando sólo ante el Rey con frases calurosas del amor y del profundo respeto que le profesa. Don Sancho, dando oídos á calumniosas insinuaciones, lo destierra de Sevilla y de sus cercanías.

Decían las malas lenguas, y en los lugares nunca faltan, que don Alvaro estaba atrasado, que tenía hipotecadas algunas de sus mejores fincas y que debía bastante dinero; pero yo las supongo hablillas calumniosas, porque él vivía como si nada debiese.

Palabra del Dia

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