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El joven, cada vez más cortado, extiende lentamente el brazo y, tomando por la mano á la niña, que la condesa tiene reclinada sobre el regazo, la atrae con suavidad hacia , la mete entre sus rodillas y, besándola, la dice muy quedo: ¿Cómo te llamas? Emilia. Es un nombre muy bonito. ¿Quieres mucho á tus hermanos? . ¿Y á tus papás? .

En el regazo de doña Celestina vio una masa amoratada que hacía movimientos de rana; algo como un animal troglodítico, que se veía sorprendido en su madriguera y a la fuerza sacado a la luz y a los peligros de la vida; Bonis, en una fracción de segundo, se acordó de haber leído que algunos pobres animalejos del mar, huyendo de sus enemigos más poderosos, se resignaban a vivir escondidos bajo la arena, renunciando a la luz por salvar la vida: en prisión eterna por miedo del mundo.

Don Fermín daba vueltas alrededor de la mesa, alrededor de su madre. «Allí estaba el consuelo único posible, allí el regazo en que llorar... allí la única compasión verdadera, allí el único contagio posible de la pena; aquel veneno que a él le mataba sólo sería veneno, saliendo de él para su madre.

En la tarde de cierto día de verano, cuando ya Perla había crecido lo bastante para poder andar sola, se divertía la niña en recoger flores silvestres, arrojándolas una á una al regazo de su madre; y ejecutando una especie de baile cada vez que una de las flores acertaba á dar en la letra escarlata.

Y Martín, con sus palabras, llegó a infundir ánimo en su mujer, acarició al niño, que le miraba sonriendo desde el regazo de su madre, abrazó a ésta y, montando a caballo, desapareció por el camino de Elizondo. Martín llegó al alto de Maya al amanecer, subió un poco por la carretera y vió que venía la tropa. Se reunió con Briones y ambos se pusieron a la cabeza de la columna.

Espera un poquito..., tengo que decirte una cosa... Te la voy a decir muy bajo para que no se entere nadie..., nadie más que ... Ricardo, me alegraría que el mar subiese ahora de pronto y nos sepultase para siempre... Así estaríamos eternamente en el fondo del agua, sentado y yo apoyada en tu regazo con los ojos abiertos... Entonces, , me dormiría a ratos y velarías mi sueño, ¿no es verdad?

Ya Salvador tenía en las manos su cartera, y tomando algunos billetes que contenía, los puso sobre el regazo de la muchacha. Yo te daré le dijo con ardor todo lo que necesites..., todo lo que quieras..., todo lo que tengo.... Ella, al mirarle, todavía encendida y confusa, le contestó: Gracias...; ¡eres tan bueno!... ¿No sabes que lo mío todo es tuyo?

Ricardo había pasado un brazo en torno de la cintura de la niña y la tenía sujeta suavemente para defenderla de cualquier peligro. Al cabo de mucho tiempo, Marta volvió su rostro encendido hacia él y le dijo con voz conmovida: Dime, ¿me dejas apoyar la cabeza en tu pecho? ¡Tengo unas ganas de llorar! Ricardo la miró con sorpresa y atrayéndola dulcemente hacia la acostó sobre su regazo.

Aspire usted esos puros espíritus, alma de estas flores silvestres, sus hermanas en pureza. Cójalas usted, si le place, señora: no desean otra cosa las pobres. Son un poco agrestes, no hay duda; mas, ¡tienen tal suavidad! En su virginal perfume se encierra el raro misterio de calmar y consolidar. No tema colocarlas sobre su regazo, al lado del corazón.

Pero la niña, embargada por la emoción, no sabiendo a qué atribuir aquel despego y queriendo vencerlo a toda costa, próxima a llorar, se echó aún más sobre el regazo y trató de subirse para alcanzar su rostro. Dame un beso, madrina. ¡Quita! ¡Déjame! replicó la dama impidiéndola alzarse. La niña se obstinó. ¿No me quieres? Dame un beso.